Catulo y los (no tan nuevos) modelos de negocio del libro

Definitivamente, estas Navidades tampoco me han regalado un e-book. Bien es cierto que no lo incluí en la carta, pero los Reyes Magos, que son mágicos, no han contemplado la posibilidad de traérmelo como regalo sorpresa, dado mi declarado interés por unos muy concretos libros en papel, encuadernado en tapa dura, con sobrecubierta y cinta señaladora en algún caso. Los Reyes han sido generosos y han cubierto con creces mis expectativas, como se observa en la foto.

Eso no quita para que el tema del ebook haya estado muy presente durante estas fechas señaladas. En efecto, a una de mis cuñadas los Reyes le han traído, fuera de carta, un ebook, concretamente un Sony, acompañado por una muy práctica funda con luz (se compra aparte por 60.00 € y el anunciante precisa que «esta elegante funda incluye una luz de lectura para la oscuridad», y aconseja: «mueve la luz flexible y se encenderá automáticamente»).

Mi cuñada es lectora de baja frecuencia, pero está encantada con el regalo porque: 1. No suele visitar librerías; 2. No tiene mucho tiempo para leer; 3. En el ebook le caben muchos libros; 4. Ya no tiene que ir cargada; 5. Ya no se va a gastar el dinero en libros. Esta última afirmación me puso los pelos de punta, sobre todo cuando mi cuñada acompañó el gesto de enseñarme su cacharro con la frasecita de marras: –No te va a gustar lo que me han regalado. Mis temores (intuidos) se confirmaron cuando intervino mi cuñado que: 1. No es lector frecuente ni infrecuente, simplemente no es lector de libros (sí de revistas, y en papel, compra tres o cuatro al mes, sobre informática, motociclismo y automóvil); 2. Podríamos decir que es un teki, un verdadero friki de los aparatos y la tecnología; 3. Le encantan los videojuegos (para la PSP, para la Wii, para la DS, etc.); 4. Nunca compra ningún programa o videojuego original: se los «baja» todos de la Red o los piratea.

Con estos antecedentes, no me sorprendió nada que mi cuñado comentara, como de pasada, en la sobremesa de la comida familiar, que si su mujer no encontraba algún libro que le gustara en formato digital, él ya se encargaría de «encontrarlo» en la Red. Lo que me confirma que el pirata nace, no se hace. Como profeta en el desierto, me ahorré el discurso evangelizador y seguí comiendo roscón relleno de trufa, que, excuso decirles, me sentó como un tiro al estómago.

Afronto el nuevo año siendo fiel a cierto espíritu políticamente incorrecto que me caracteriza, no tanto por rebeldía, como por resistencia y militancia contra la estulticia (les recomiendo encarecidamente el post titulado «Ante la estulticia», del blog literario De Libros y de hojas, aire fresco en el 2.0). El año pasado, en plena vorágine del libro digital y de la reivindicación de la lectura «líquida», el breviario de Jesús Marchamalo, Tocar los libros, se ha convertido, tras dos ediciones y cientos de comentarios y recomendaciones de lectores y blogueros en la Red, en un libro objeto de culto, una aparente última trinchera del amor a los libros en papel, de la importancia de las bibliotecas personales (de madera, cartón y papel) en nuestras vidas y en la formación y conformación de nuestra personalidad, de nuestra biografía, que diría Julián Marías (gran lector, soberbio escritor, y tremendo bibliófilo).

En ese espíritu, nuestro primer título para el 2011 no dejará de sorprenderos, y ciertamente a alguno le podrá desconcertar: Libros y libreros en la Antigüedad, del erudito ensayista mexicano Alfonso Reyes, puede dejar a más de dos indiferentes, quizá por el prejuicio de que nada del pasado nos puede ayudar en la coyuntura actual, que algunos han denominado «transición digital». Recordemos que en los últimos dos años, el debate se vuelve intenso, entre editores, distribuidores, bibliotecarios y libreros, por un lado y gurús, expertos,  analistas e, incluso, alguna compañía de telecomunicación, por otro, a la hora de hablar de los «nuevos modelos de negocio» para el sector del libro.

Pues bien, se sorprenderán mucho cuando todos ellos lean en este librito que, en Roma, ya en tiempos de Catulo, libreros-editores, como los hermanos Sosii (editores de Horacio, cuya librería estaba no lejos de Vertumno y del Jano), Secundus (editor de Marcial, que despachaba en su librería del Foro), o Atrecto (otro de los editores de Marcial, cuya librería, «cuyas dos puertas estaban cubiertas de anuncios», estaba en el Foro de César), practicaban su negocio de pairos, vitelas y rollos de la siguiente manera:

-situaban su negocio en las mejores zonas comerciales;

– en las puertas de sus tiendas colgaban listas de los manuscritos a la venta, sobre todo las novedades;

-colocaban también en cajas abiertas con algunos extractos de dichas obras para excitar la curiosidad del público:

-y lo más curioso, acostumbraban permitir a los clientes la consulta de ejemplares raros o preciosos mediante un pago.

Además, nos cuenta Alfonso Reyes, aunque en las grandes ciudades fuera de Roma había buenas librerías, «los libros de escasa demanda iban a dar a las provincias». De todo aquello nos queda solo constancia por los propios libros de poetas, filósofos e historiadores (Marcial, Horacio, Cicerón, Catulo o Aulo Gelio), pero, concluye Reyes, «las invasiones bárbaras [el subrayado es mío] dieron un golpe mortal a todas las formas de la cultura, y allá se fue también la organización del antiguo comercio de librería» en Roma.

El ensayo de Alfonso Reyes nos describe los antiguos formatos de la Grecia y Roma clásicas, pero nos habla de prácticas del negocio del libro que, salvando las distancias, no son tan disímiles de las nuestras, de las actuales y, quizá (en el nuevo entorno líquido), de las por venir, ¿no os parece?

12 comentarios en “Catulo y los (no tan nuevos) modelos de negocio del libro”

  1. Hiciste bien con tu cuñado, el mío es igual y no creo que consiga hacerle cambiar de opinión. El que no quiere pagar, no lo hará nunca. Así que mejor guardar fuerzas para los que están ahí, ahí…

    Que buena historia la de Roma. No, si al final, como dices, está todo inventado.

  2. Amelia Pérez de Villar

    Javier, me he divertido muchísimo con tu post. Precisamente vengo del médico y me ha contado que los Reyes le han dejado un e-reader, que tenía muchas ganas y que «sólo se ha descargado libros de autores muertos», me cuenta. Añade, al regalarle yo un ejemplar de mi última antología (!): «Me da mucho repelús descargar libros de autores vivos, con lo poco que ganáis, así que me los compro en papel… pero (nota para «el sector») lo que no voy a hacer es pagar 18 euros por un libro para el E-reader que en papel me cuesta 23″. En fin, me preocupan las posibles represalias de tus cuñados. En cuanto a nosotros, no nos perderemos «Libros y libreros», en el formato que sea, legalmente adquirido. Gracias por la mención a De libros.

    1. Amelia, tu médico debe ganar pasta por hora, lo mismo que los abogados, los psiquiatras o los psicoanalistas. Pero no conozco a nadie que pueda irse de la consulta sin pagar. Ahora va a resultar que los autores muertos ya no cotizan, y que los editores somos unos fenicios. Cómo está el patio. Abrazos

  3. Creo que el acierto estaría en que las editoriales se encargaran de que encontrar libros en formato electrónico fuera sencillo y barato.
    El libro electrónico es algo que, más o menos, ya está aquí. Llevamos tiempo viéndolo venir y estaba la experiencia previa del sector audiovisual para que se hubiera aprendido. Pero con razón se dice que nadie escarmienta en cabeza ajena.
    En lugar de aprovechar el tiempo para tomar ventaja y proporcionar contenidos de calidad e, insisto, baratos, editores, autores y libreros han empezado a llorar y acusar a los lectores de piratas por anticipado.
    La ley de la oferta y la demanda no falla. La demanda ha hablado, veremos si la oferta sabe adaptarse o insiste en correr hacia un precipicio.

    1. Razón no te falta, solodelibros, y apuesto firmemente por la calidad de los contenidos, que creo es el futuro a medio y largo plazo. Después del furor por los cacharros, vendrá la calma y el lector habitual seleccionará lo que más le interese. Gracias por tu comentario.

  4. Querido Javier,

    Mis sospechas sobre la idoneidad de un buen trago de for-cola a media mañana han sido refutadas (sobre todo cuando uno tiene vídeo en procesos de ‘render’ y metadata dando por saco en alguna hijoeputas de plataforma).

    Sobre los Reyes Magos… enfatizar lo de «magos». Ese afán de liquidez que nos desparrama ha depreciado del binomio oriental (que en realidad se refiere a tres) la parte más interesante –creo: pues terminan regalándonos más lo que deseamos que lo que pedimos (y tengo mis sospechas que en la vida y en los afectos funciona parecido).

    Sobre cuñados… Hace tiempo que pienso que la voz ha perdido un guión –semánticamente– esclarecedor. Si uno piensa en «cuña-dos»… y substituye ese ‘dos’ lógicamente por ‘hermanos’: salta a la vista que el verdadero fin en la vida del marido de la hermana no es otro que alterar los armónicos relacionales entre parentescos íntimos; y, al contrario que Sus Serenísimas, no se expresa directamente hacia los deseos de uno (que a la sazón es cuña también para su matrimonio), sino que introduce allí donde Ellos realmente agasajan, pues eso, una cuña; pero en sus dos vertientes: la que «sirve para hender o dividir, ajustar o apretar, calzar o llenar huecos»… y la que «sirve para recoger orina y excremento del enfermo». Tengo un vecino que se autodefine como ‘green-activist’ cuyo hermano mayor es ejecutivo internacional de una tabacalera. Ver para creer. Como en su caso… ¿no se tratará de una especie entropía para dinamizar los cotarros familiares? O quizá, los Magos de Oriente le hayan regalado y usted sin saberlo un aviso sobre comportamientos perniciosos para su sistema; con el lujo añadido, nos cuenta, de poder ser testigo presencial de su ‘villancico’ (y sepa que revisito la palabra como apócope entre «villano» y «hocico»). ¿Por qué no se lo camela y aprende bien sus mañas y sus tácticas? Pues una de las constantes de la historia de la humanidad, más vieja incluso que los clásicos romanos, es la necesidad de conocer al enemigo al que se quiere vencer. Con los roscones de reyes me sucede parecido: te puede sentar de fábula o como el culo, depende el relato que los mastique.

    Sobre su autoretrato… Bueno, si usted se autodefine como «políticamente incorrecto, no tanto por rebeldía, como por resistencia y militancia contra la estulticia» no seré yo quien afirme lo contrario (sería incorrecto, rebelde al pedo y estúpido por mi parte). Pero la reflexión que me hago es sí, al final, todos pero en diferentes órdenes no somos como esos ‘vicentes’ que comenta Amelia en su entrada «tripal» (tripas+tribal) sobre la estulticia: yo tampoco me siento un ‘vicente’ de esos… sin embargo, hace poco, uno de los hijos de alguien muy próximo a mi padre, un megamoderno de esos de la rabiosa actualidad madrileña, al verme, miró con desdén mi vestimenta y me soltó «pero si pareces Garzón». Como lo oye. Teníamos sí, diferentes atuendos y sí, en el mío ya sé que no invierto mucho… y sí, entiendo que él en el suyo mucho… Pero lo que me hizo gracia es que fue su punto de vista lo que me ‘avicentó’: lo fuera o no, me considere o no, ¡lo fui a sus ojos! Primero me reí, luego me deprimí, y luego me volví a reír: ¡el avicentenamiento está en la mirada del observador, no en el observado! Y de ahí mi tesis de que todos queremos ser especiales, y que lo somos finalmente, pero que por desgracia no podemos serlo en todos los órdenes: que una cosa es disfrutar como loco de la magia del recién ‘balonadorado’ Messi y otra, conversar con él sobre Wittgenstein o Marchamalo. Y que al final, en aquello que no somos especiales, buscamos paraguas negros pero impermeables; como cuando llueve y nos mojamos y todo se vuelve gris como panza de burro. La reciente difunta María Helena Walsh por ejemplo, reconocida poeta y afamada escritora para niños y sin embargo, obsesa lectora y defensora de ‘bestsellers’ (Grishams, Browns…). Porque al final, nuestra competencia como editores, no son esos otros que venden libros como roscones de reyes, ni toda esa pléyade de ‘vicentes & vicentas’ que no compran nuestros libros en nuestras librerías, sino esos –¿decenas, centenares?– lectores que comentan …sobre Jesús Marchamalo o Lionel Messi …y lo terminan convirtiendo en un objeto de culto. Esos con los que somos, al final, dóciles, cariñosos, correctos (incluso políticamente correctos), contra los que no podemos resistirnos, esos que verdaderamente se comportan como personas únicas e independientes… de las que al final, nos guste o no, dependemos; ¿pues para quién si no hacemos con tanta dedicación nuestro trabajo? Ay… si los depósitos gozaran de la lectura, pero no es así: gozan del espacio, y su literatura no está hecha de palabras sino de metros cúbicos.

    Porque ya lo tenemos claro, ¿no? No han sido los ‘vicentes & vicentas’ los que intoxicaron las librerías con su compra compulsiva: muchos libreros se intoxicaron de mercado ellos solos, antes. Y los que no, pues ahí siguen compulsivamente recomendando por amor a los buenos relatos (tienda y tenderismo al margen). ¿Que algunos siguen pudiendo combinar su amor por la referencia bibliográfica con la viabilidad comercial? Pues será que son reyes y magos en eso. ¿Que otros no pueden? Pues es una pena. No, no todos podemos ser Messi o Ronaldo en asuntos de fútbol, pero somos especiales en nuestras cosas. ¿O es que Cristiano podría ser editor de Fórcola?

    Ok, nuestra sociedad rezuma estulticia por los cuatro costados… pero si alteramos el ángulo de paralaje, obtenemos un paisaje totalmente nuevo… Y hoy, qué duda cabe, disponemos de muchos lujos informacionales para descubrir y seducir a esos que no conocen a quienes nosotros sí y editamos; hoy, más que nunca, podemos ser encontrados como facilitadores entre ellos, nuestra competencia, y esos otros, los incumbidos que crean belleza y transmiten cosas. Sí, su nuevo libro será capital para comprender que todo esto ya pasó antes y que no hacemos más que dar círculos sobre las mismas cosas y los mismos temas. Y que sí, que al final siempre habrá un bárbaro: esos que ni siquiera la RAE es capaz de circunscribir de forma significativa en las siete acepciones que permite nuestra lengua española, que van desde «los más cabrones» (invasores de Roma) hasta lo «excelente, llamativo, magnífico». «Vos Javier, sos un editor bárbaro» –te podría decir un argentino.

    Y sí, totalmente de acuerdo con usted y agradecido porque siga enfocando su trabajo a que no dejemos de curiosear por la Historia, porque me preocupa mucho más que insistir en las mismas preguntas, que nos conformemos con los mismos relatos: porque también, en relación a la Historia y a la Sociedad, se puede ser ‘vicentico, vicentico’ .

    Yo aquí le dejo agradecido por este trago rico de ‘for-cola’ (mezclado, no batido). Abrazos y que la fuerza le acompañe.

  5. Amelia Pérez de Villar

    Vaya, Javier, lamento enormemente no haberme expresado bien y haberte ofendido con ello. Sabes que admiro enormemente tu labor y que te respeto, como sabes también que no suelo hacer comentarios a la ligera, pero tal vez la omisión de detalles haya provocado un malentendido que quiero desarmar cuanto antes. Mi intención era ofrecer un punto de vista real y realista, de lector/usuario medio y concienciado, de los que sin duda hay muchos ahí fuera. Haré, por tanto, unas aclaraciones que estimé superfluas en mi anterior intervención. En primer lugar, es un médico de la seguridad social, así que no cobra por visita. Como soy paciente suya desde hace algunos años, puedo decir que es una buena lectora, seguramente perteneciente al club de los bibliófilos e, incluso, de los bibliópatas, y de ahí su afán por el cacharro electrónico. Colecciona y atesora ediciones de clásicos y devora novedades sin el menor prejuicio, pero también viaja («así no va cargada») y consume mucha literatura técnica. En su caso, como en el de otras muchas personas, convivirán los libros que se descargue (y te aseguro que intentará primero la vía legal, sin duda) con los que se compre, y que adquirirá -como ya ha hecho- libros en papel de los que ha tenido conocimiento por otros medios, porque es en papel como le gusta conservarlos: no creo que una persona que actúa así piense que el editor es un elemento prescindible o pernicioso, es más, entre glóbulos y décimas de fiebre hemos hablado también del editor y te aseguro que no es esa su percepción. A mí me parece un ejemplo claro y objetivo de la realidad actual, y por eso -y por la coincidencia cronológica, que me ha parecido simpática por lo oportuna- quería comentarlo aquí, como contrapunto a la realidad que tú retratas y que sin duda también está muy extendida, para desdicha de todos los que estamos en este barco. Lamento haber fracasado al intentar expresar tanto en tan poco espacio, y haber ahorrado detalles que no me parecían necesarios para que se comprenda mi aportación, como los usos literarios de un médico de la seguridad social un martes por la mañana. Nada más. Espero que puedas aceptar mis disculpas. Un abrazo.

  6. Divertido post y lástima de roscón relleno de trufa que debía de estar para morirse. Lo de los cuñados parece menos preocupante por común. Muchos nos hemos encontrado con argumentaciones de este tipo para referirse al e-reader, de hecho creo que es la que darían probablemente 7 u 8 de cada 10: la capacidad, que aproximan al infinito (muy próximo para los no lectores), el ahorro (consecuencia del pirateo), lo moderno que queda, que todo hay que decirlo. El consumidor de best- sellers encontrará aquí su filón probablemente, al lector literario no creo yo que … En fin, esta semana pasada comentabamos en la Casa del Libro su experiencia estas navidades con el espacio E- reader que montaron y parece que las ventas estuvieron muy bien. Aunque esto alegró a «los chicos de la cuenta de resultado» algún empleado comentaba luego en petit comité que esto arrasaría con las Librerías que necesitan mucha rotación y altas cifras de venta porque sería su target el que se desplazaría hacia la desintermediación de la Librería (aún no pirateando), mientras que la pequeña Librería inteligente podría sobrevivir años y años. Comentarios hay para dar y tomar en este tema, sirva el mío para referir este caso. Saludos

    1. Gracias, Benito, muy interesante tu comentario, que comparto en gran parte. Es el gran momento para que empiecen a surgir librerías con una gran diferenciación en su oferta, librerías «gourmet», cuyo negocio no esté en la alta rotación de pocos títulos, sino en su capacidad de atraer una clientela interesada en un portfolio de producto, en una oferta, diferente, selecta, bien argumentada, y con valor añadido: servicio de búsquedas personalizado, tertulias, presentaciones, talleres literarios, encuentros con autores, y un sin fin de posibilidades donde el lector frecuente (no antisocial) se encuentre cómodo en un espacio que haga propio. ¿Lo veremos algún día?

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