La primera vez que tuve conocimiento de lo que es la bibliofilia fue gracias al cine. La película: El sueño eterno (The Big Sleep, 1946), de Howard Hawks, una de esas «noir» con trama compleja, detective duro pero listo, y mujeres despampanantes pero siempre metidas en apuros; o sea, nada más lejos de algo relacionado con las librerías de viejo o la afición a los libros.
La novela que inspira el filme la firma Raymond Chandler; el guión, uno de tres, lo firma William Faulkner. De la trama, compleja y a veces caótica, me quedo con dos escenas, que tienen que ver con el asunto de los libros y la bibliofilia.
El detective Philip Marlowe (interpretado por el inimitable Humphrey Bogart) entra en el establecimiento de Arthur Gwynn Geiger, librero que chantajea a la hija menor de su cliente. «Libros raros y ediciones de lujo (6311 North Sunset)», reza la tarjeta que sostiene en su mano Marlowe antes de entrar en el establecimiento.
Con determinación, Marlowe aborda con prisas a la dependienta (interpretada por Sonia Darrin), que apenas sabe qué contestar a ese extraño cliente con gafas obscuras y el ala del sombrero levantada. «Una edición de Ben Hur, la tercera, fechada en 1860, y con una errata en la página 116»; «la edición completa de Chevalier Audubon, fechada en 1854»: dos preguntas lanzadas como dos torpedos en la línea de flotación de una pava que no se entera ni del NODO. Obviamente, la librería es una tapadera.
Una curiosidad, ya que estamos: en la actualidad, en el nº 6311 North Sunset de Los Ángeles, abre sus puertas una sucursal de la cadena de librerías Borders, ¡qué cosas!
Pero habíamos dejado a Marlowe/Bogart sacando sus conclusiones de la poca idea que la dependienta de Geiger tenía sobre ediciones raras y libros curiosos. A la salida de la librería-tapadera, y antes de que se ponga a diluviar, nuestro detective decide cruzar la calle y encaminar sus pasos a una librería de compra-venta de libros, de singular nombre: «ACME Book Shop» (ACME: un guiño para todos los nostálgicos maduritos que de niños disfrutamos con El coyote y Correcaminos de los «Looney Tunes»).
Al entrar en la otra librería (ésta no parece una tapadera), Marlowe recibe la grata sorpresa de encontrar a una interlocutora muy despierta y rápida: ante las preguntas del detective, la morena con gafas (interpretada por Dorothy Malone), horquilla recogiendo su melena y pinta de empollona responde sin dudar mucho que ambas curiosidades bibliográficas «no existen». Para lectores impacientes aclaro que la primera edición de Ben Hur no apareció hasta 1880, y la edición completa del «Chevalier Audubon», titulado Los pájaros de América, en 10 volúmenes en octavo, data de 1854-1857.
Una excusa estupenda, la de Marlowe, para averiguar más cosas sobre el tal Geiger (falso librero), e intimar más con la morena que, al quitarse las gafas, atusarse la melena y con un vaso de wiski en la mano, parece una compañía irresistible, mientras espera a que deje de llover.
De estas dos escenas aprendí en su momento dos cosas:
-Primera, que la bibliofilia es una ciencia para iniciados.
-Segunda, que el mundo del libro puede levantar pasiones.