La naúsea literaria

Clarice Lispector: La literatura como salvación

Encuentro Clarice LispectorEn un mundo como el actual, enfangado en una crisis real moral, emocional y psicológica permanente, «más acá» de la economía (siempre hay que ir «más acá» de la economía), pero que no obstante evita las profundidades, naufraga una y otra vez en superficies opacas y anda sediento de utopías felices y a corto plazo, la literatura de Clarice Lispector es un reto, un verdadero desafío: primero desconcierta; luego aturde; finalmente frustra. ¿Qué tiene la literatura de Clarice Lispector que tanto fascina? ¿Por qué aún con todo nos deja desarmados? Quizá, porque no nos regala nada, porque leerla supone una conquista personal, porque ya entenderla implica vivir y asumir una experiencia vital límite que nos enfrenta, sobre todo, a nosotros mismos (y no todos estamos dispuestos, entre brazada y brazada, a pensar, y ya no a sentir una literatura  que habla desde el cuerpo y las entrañas como la de esta brasileña de origen ucraniano, ciertamente, literatura «extraterritorial»).

Nora LevintonEn la Casa do Brasil de Madrid, a instancias de la Fundación Cultural Hispano-Brasileña, y con la especial invitación del poeta Márcio Catunda, tuvimos ocasión ayer de organizar una mesa redonda en torno a Clarice Lispector y el libro de la investigadora y escritora Carolina Hernández Terrazas titulado Clarice Lispector: La náusea literaria.

Nos acompañaron dos personas de excepción, la psicoanalista y ensayista Nora Levinton, miembro de la asociación «Clásicas y modernas», y la escritora Reina Roffé.

En los últimos meses hemos asistido a una especie de «renacimiento» de la literatura de Clarice Lispector. Quizá esta sobre-exposición mediática, llena de titulares un tanto sensacionales y artículos de fondo con muy poco calado y llenos de tópicos, beneficie la divulgación de su obra, pero de lo hablado ayer se confirma que la literatura de Clarice no ha dejado de leerse, que el número de seguidores crece y que su papel y juego en la literatura universal está aún por valorar. Si hacemos caso de lo reflexionado por Italo Calvino, podemos considerarla ya como un clásico, precisamente porque la literatura de Clarice Lispector es difícil de clasificar, de reducir a tópicos, en definitiva, es inagotable.

6La intervención de Nora Levinton rastreó los meandros de la obra de Clarice Lispector, que nos ofrece un paisaje literario ciertamente distópico, en una prosa que se despliega desde la libre asociación de ideas, donde, al igual que en la clínica psicoanalítica, la voz narrativa habla sin censura. El lector se enfrenta así a una serie de meandros del lenguaje, donde no importa la acción ni lo que ocurre a los personajes, sin que además el fondo de lo narrado tenga ningún sentido aparente.

Nora Levinton afirma que la literatura de Clarice Lispector se muestra desde un prisma crítico, en un lenguaje laberíntico, describiendo y plasmando –literatura de la densidad- un tortuoso mundo, donde el tedio lo invade todo, lo que obliga a sus personajes a «sujetar» la náusea que produce todo ello «entre las manos».

Según Nora Levinton, el ensayo de Carolina Hernández Terrazas sobre Clarice Lispector es singular, único en su género, está lleno de aportaciones poéticas y logros narrativos e interpretativos, y su gran virtud es que «Carolina entiende a Clarice Lispector y consigue descifrarla».

El lector de Clarice Lispector descubrirá en el libro de Carolina Hernández Terrazas una inapreciable ayuda para entender («con la razón y con el cuerpo» podríamos decir, en definitiva, «inteligencia sentiente») a una escritora que «quiere vivir ese personaje, o quizá necesita a ese personaje para vivir». En ese «deseo de escriturarse» (como en el caso de Alejandra Pizarnik), la literatura de Clarice Lispector esconde una anhelo de salvar la vida («la escritura o la vida», recordemos a Jorge Semprún), creando un espacio salvífico frente a este «mundo desasosegante».

Clarice LispectorEn su intervención, la escritora Reina Roffé compartió desde un principio lo rotundo del esfuerzo creativo de la literatura de Clarice Lispector: «Escribir es horrible, un peso», comenzó diciendo Roffé citando a Lispector. Quizá sería bueno recordar las palabras de otro titán de la literatura hispanoamericana, Juan Rulfo: «se sufre en serio».

Para Reina Roffé, Clarice revela en su literatura, en su escritura, «una suerte de misión: salvar la vida de alguien, posiblemente la de ella misma». Su obra, densa; su lenguaje, complejo; su escritura, inclasificable. De la vivencia de la literatura de Clarice Lispector, nos apunta Reina Roffé, dan cuenta las 8.000 tesis doctorales publicadas en Brasil, y otras 3.000 en otras partes del mundo; de su radical influencia en el día a día de miles de lectores dan cuenta también los 3500 tweets diarios que citan sus frases en Twitter.

La literatura de Clarice, no obstante, nos enfrenta a la siempre incómoda «acosmia» (Hannah Arendt) desde la que escribe: sus personajes son seres que parecen «fuera del mundo, pero ciertamente marcados por él». Según Reina Roffé, Clarice «escribe desde las entrañas, y hace una literatura del cuerpo». Su literatura nos enfrenta a la soledad, «autora de silencios, sus libros están plagados de los gritos de la existencia». Entre las páginas de sus cuentos o de sus novelas, encontramos «estados de gracia», «instantes de lucidez», donde «el silencio se convierte en signo», en un marcado y deliberado gesto de rebeldía, en una literatura no conformista, donde se pueden escuchar los silencios, densos y llenos de sentido.

Clarice Lispector, afirma Reina Roffé, señalaba a Dostoievski como un escritor afín, pero podemos rastrear sus semejanzas y lúcidos encuentros con la literatura de James Joyce, de Virginia Woolf, y –en su tratamiento de la cotidianidad y domesticidad- en la literatura de Katherine Mansfield.

Carolina Hernández TerrazasCarolina Hernández Terrazas, en su intervención, subrayó que la literatura de Clarice Lispector implica una «poética de la mirada», una «escritura del silencio y contra el silencio», que refleja una verdadera «lucha contra los límites del lenguaje». Una lucha que, paradójicamente, asume desde el principio su fracaso: «escribir es horrible», entre otras cosas porque implica una «lucha por desvelar el misterio que es uno mismo, para sí y para los demás».

A pesar de la «tortuosidad psíquica» de su literatura y de sus personajes, la obra de Clarice Lispector nos fascina, nos interpela a sus lectores, y provoca en nosotros una verdadera epifanía: su lectura nos transforma, una vez leído y releído alguno de sus cuentos o alguna de sus novelas, somos los mismos, pero no lo mismo.

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Una de las preguntas más interesantes que se hizo en el debate desde el público la realizó la escritora Laura Freixas: «¿Qué continuadores tiene, si los tiene, la obra de Clarice Lispector?» Difícil responder a esta pregunta. Quizá es pronto para saberlo. Habría que escribir una historia de la recepción de la obra de los grandes escritores de la literatura universal, cuándo, cómo y porqué calaron. A Clarice Lispector no le faltan lectores, quizá en un cuarto propia (conectado) haya ya una decena de escritores y escritoras que, a cada latido de su escritura, palpiten al ritmo del corazón de la escritura de Clarice Lispector.

Agradecemos a Márcio Catunda, a Casa do Brasil y a la Fundación Cultural Hispano-Brasileña su acogida y apoyo en este encuentro sobre la obra de Clarice Lispector.

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