Complicidades bibliofrénicas

Joaquín Rodríguez, Jesús Marchamalo, Javier Jiménez, Fórcola

«La biblioteca de un caballero debe consistir, ni uno más ni uno menos, en tres mil ejemplares debidamente elegidos y cuidados.»
Samuel Pepys

Toda presentación de un libro tiene un marcado carácter festivo, de encuentro gozoso del autor con sus lectores y del editor con sus amigos y seguidores. Unos y otros, en el caso de Fórcola, y gracias a las redes sociales, se han convertido en verdaderos cómplices. Y si el libro presentado es la segunda edición de Tocar los libros, de Jesús Marchamalo, sobre el que en las últimas semanas se han volcado decenas de sugerentes y entusiastas comentarios de lectores, amigos y libreros, tanto en blogs y bitácoras como en Twitter o en Facebook, la presentación se convierte en una verdadera celebración.

Gracias al buen hacer de Margarita Sañudo y a la amable invitación de Ramón Pernas y su equipo, tuvimos ocasión de celebrar este encuentro en la sede de Ámbito Cultural en Madrid, en El Corte Inglés de Serrano 52, en una 7ª planta con unas privilegiadas vistas de Madrid al atardecer. El acto fue recogido gráficamente por el fotógrafo y amigo Antonino Nieto, al que agradezco las fotografías que ilustran esta entrada. La altura no alivió en cambio el mal que nos aquejaba a los participantes en la mesa, y que tan oportunamente diagnosticó nuestro presentador de honor, Joaquín Rodríguez: sin lugar a dudas, tanto Marchamalo como su editor estamos muy mal y sufrimos una bibliofrenia severa.

El diagnóstico clínico del doctor Rodríguez no puede ser más acertado, sobre todo en el entorno de la presentación de un libro, Tocar los libros, que tras su trayectoria de seis años y tres editoriales (como se explica en la «Apología» que abre el libro), y ahora con ésta su segunda edición en Fórcola, se ha convertido en «un precedente de una celebración del ocaso de los libros en papel».

Joaquín Rodríguez

Rodríguez habla desde el conocimiento del que ama a los libros y está acostumbrado a otear sus futuros. No es para menos, de lo segundo, la labor de farero mayor que Rodríguez realiza en su blog Los futuros del libro. De lo primero ha dado recientes muestras con la publicación de un delicado tratado sobre la bibliomanía, que se va a convertir sin lugar a duda en un objeto de culto para bibliómanos, bibliófilos, bibliópatas y bibliófagos.

Bibliofrenia, publicado por José Pons Bertran, editor de Melusina y «bibliofrénico perdido» según su autor, explica muy bien en su subtítulo el objeto de estudio de este pequeño tratado de sabiduría libresca: «la pasión irrefrenable por los libros». Así, este librito, de culto y para coleccionistas, curiosos, desocupados y amantes de los pequeños placeres de la vida, consta de veinticinco retratos de otros tantos personajes históricos que tienen en común esa «pasión irrefrenable por los libros», bautizada por el autor como «bibliofrenia». Lo deja bien claro desde el principio el propio Rodríguez en su Introducción: «En todo bibliómano prende un ansia desmedida de conocimiento, que no es otra cosa que un amor inconmensurable por la vida, por exprimir sus secretos y sus jugos, por saborear sus innumerables matices y comprender sus indestructibles secretos».

Este amor desmedido por los libros ha llevado a Rodríguez a rescatar y ampliar las micro investigaciones con que, en la mejor tradición del microrretrato del más puro Sebald, nos deleitó durante meses en su blog. El resultado, no obstante, trasciende la anécdota y lo efímero de su bitácora para convertirse en un breviario de culto, un libro fetiche que nos acompañará en nuestros viajes, mudanzas y trasiegos durante años, para recordarnos que «no hay todavía dispositivo que pueda reproducir la experiencia de la lectura profunda que tenemos a solas con un libro de papel entre las manos».

Pues bien, el Jesús Marchamalo que bucea como topo curioso en las bibliotecas personales de escritores y amigos, el topógrafo de las pasiones librescas ajenas, el meticuloso estudioso de los metrajes cúbicos que ocupa su propia biblioteca (quizá en un simpático ripio de ese Viaje alrededor de mi habitación, de Xavier de Maistre, ejemplarmente editado por J. M . Lacruz Bassols en su editorial Funambulista), demuestra con su Tocar los libros que esta enfermedad, la del amor a los libros, no tiene cura y puede llegar a ser contagiosa.

Algo que caracteriza los libros y la propia personalidad de Marchamalo es su entusiasmo, ciertamente contagioso, con todo lo relacionado con el mundo del libro en papel. De tal forma que uno, cuando pasea con Marchamalo, por algún rincón del barrio de Salamanca o del Retiro, puede en unos minutos verse zambullido en una conversación donde, sin solución de continuidad, disfrutará con los uno y mil matices de una encuadernación en piel hecha a mano, con la primera edición de unos poemas de Machado, Antonio, claro, con las dedicatorias de los libros de Vila-Matas, de Delibes o de Gabo, y de qué habló el propio Jesús con ocasión simpar, de cómo firma Pitol, o a qué huelen los libros recién comprados en la librería Gulliver.

Finalmente, ¿qué nos mueve a seguir alimentando nuestra biblioteca? Sabemos que es producto de nuestros gustos y caprichos, y que posiblemente no tenga heredero posible. Marchamalo nos da una de las claves: el «instinto» no deja de ser sino el motor en la compra de nuevos libros que alimenten nuestra particular biblioteca. «No hay canon, o si quieren, cada canon es personal e intransferible». ¿Es premeditado todo esto? Evidentemente no; al final, uno se da cuenta de que tiene una biblioteca «cuando es demasiado tarde».

La segunda edición de Tocar los libros ya está en la calle, y uno de los episodios que más me han emocionado en todo este fenómeno de marketing viral (en definitiva, de alianzas espontáneas, complicidades amicales y recomendaciones entusiastas) que se ha creado en torno al libro de Marchamalo ha sido la original iniciativa de Librería Verso (@libreriaverso), en Carmona, Sevilla, conocido y activo miembro de la comunidad Twitter, quien propició un concurso consistente en enviar una pequeña frase que contuviese el hashtag  #tocarloslibros. El premio: el sorteo de un ejemplar de Tocar los libros. Una singular iniciativa que mezcla la imaginación, la complicidad y la filosofía 2.0. Enhorabuena al ganador, @_sacabuche_ , Daniel Robles P., de Francia.

1 comentario en “Complicidades bibliofrénicas”

  1. Margarita Sañudo

    Fue muy grato gozar de la compañía de tres bibliofrénicos confesos que contagian amor al libro y a la lectura (amores que no siempre se dan juntos). Porque Javier Jiménez, Jesús Marchamalo y Joaquín Rodríguez no solo compran libros sino que leen.
    Me quedé con las ganas de preguntarles si, como el Ulises Lima de “Los detectives salvajes”, de Roberto Bolaño, también leen en la ducha…

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