Ayer tuve ocasión de asistir a la inauguración de la exposición Nord-Sud, que reúne una colección de fotografías de Bernard Plossu acompañadas por poemas de Juan Manuel Bonet. Una ocasión feliz, en la galería del buen amigo José Ramón Ortega, para conocer en persona a Bernard Plossu, quien ha ilustrado, con siete fotografías originales, el libro de Fernando Castillo sobre Tintín que recientemente hemos publicado, y con el que mantuvimos amena conversación sobre el rojo (Rouge!) y el cuidado al editar libros con fotografías en blanco y negro.
Allí coincidimos con amigos, como Ignacio Peyró, Andrés Trapiello, Alfonso Meléndez, y Damián Flores quien, transmitiendo simpatía y estilo (Nitrato de Chile incluido), se llevó puesto su ejemplar dedicado de Tintín-Hergé, una vida del siglo XX. Les recomiendo encarecidamente que visiten la exposición Nord-Sud, comisariada por el propio Fernando Castillo, que aúna con inteligencia y buen gusto poesía y fotografía, en un difícil pero logrado equilibrio que se materializa en una experiencia gozosa y serena.
Esta semana, con ocasión de la publicación del libro tintinesco de Fernando Castillo, Ernesto Ayala-Dip ha publicado un artículo que, con el título de «Introducción a Tintín», se hace eco de la lectura del libro y su disfrute.
«Se dice en Francia que un día De Gaulle afirmó: «Mi único rival mundial es Tintín». Este sería un importantísimo logro de política internacional de Tintín. O de Georges Remi, nombre real de Hergé, creador del reportero que tanta dicha, suspense y risas puso en nuestros años de infancia.
Hergé creó algo más que un personaje de cómic, creo un logotipo universal, puso en nuestras vidas una referencia sentimental, puso fantasía y el lujo de una imaginación tan desbordante como iridiscente. Por ello celebro tener al alcance el libro perfecto para entrar en ese mundo de viñetas inolvidables. Yo leí Tintín, mis hijos también lo leyeron y me aseguran que sus hijos también lo harán.
El libro al que me refiero se titula Tintín-Hergé. Una vida del siglo XX. Su autor, Fernando Castillo, es un especialista en la materia.
Todo el mundo ha leído sus aventuras. Entregados a eso, nos olvidamos de su creador, aunque de vez en cuando aparecieran alguna que otra referencia a su autor. Que si era colaboracionista nazi, que si era racista o ferviente defensor del colonialismo belga. El libro de Castillo es un pozo de sabiduría tintinesca. Si bien es cierto que he leído todos los volúmenes de Hergé, leí poco sobre Hergé. Pero recuerdo siempre un artículo del escritor publicista francés Frédéric Beigbeder y las acertadas cosas que dice de Tintín. «Tintín derrama una de las pocas lágrimas de su carrera, lo cual ha suscitado numerosas interpretaciones sobre una posible relación homosexual con el joven chino (se refiere Tchang): hipótesis tan estúpida como la de detectarle tendencias zoofílicas con su perro Milú, incluso teniendo en cuenta que Hergé conoció efectivamente a un chino llamado Tchang Tchong-jen que le proporcionó unos valiosísimos consejos para su relato».
El texto de Fernando Castillo es una pormenorizada exégesis de cada cómic de Tintín. Los analiza y los contextualiza. Hace además todo un alarde de estudio literario comparativo. El estudio de La oreja rota, por ejemplo, nos trasmite toda la sapiencia humana de Hergé: «La oreja rota es una de las historias más dramáticas de todas la vividas por Tintín y donde la muerte está más presente de lo habitual en comparación con otras aventuras del reportero».
Me lo he pasado muy bien leyendo este ensayo. Y, sobre todo, aprendí tanto de Hergé como de su inmortal y entrañable héroe. Ahora me voz a releer ‘La oreja rota’. Vaya gozada.»
(C) Ernesto Ayala-Dip, 2011