Juan Ángel Juristo/ Libros, nocturnidad y…, 27 de febrero de 2024
En Cazas sutiles, Ernst Jünger ofrece una imagen precisa de lo que el lector va a descubrir en este libro: «Conocer todas las palabras no es lo mismo que poder escribir un poema. Por otro lado, ni César ni el poeta tienen el derecho de colocarse por encima de la gramática». La justeza de la frase explica en cierta manera la fascinación que Marco Aurelio ha ejercido en todo el mundo occidental, deudor del legado romano: es a la vez aquel que conoce casi todas las palabras de la gramática, vale decir, el poder, aquí todo el poder pues es el Emperador, el Omnisciente, pero a la vez es el poeta, aquel que conociendo el misterio no se coloca por encima de la gramática, que resume el universo gracias a las palabras.
De ahí que esa fascinación haya llegado hasta nuestros días, el del Estadista que busca lo justo y, a la vez, es autor de una suerte de diario, Tà eis heautón, escrito en griego y que ha llegado a nosotros bajo el título de Meditaciones, un manual, si así quiere verse, del estoicismo llevado a una categoría elevada, en tanto en cuanto es una confesión de tendencia íntima que quiere llegar a desentrañar el misterio de lo justo, el misterio del Logos, el misterio de la racionalidad.
Ignacio Pajón Leyra (Madrid, 1980), autor del libro, es un escritor versátil, pues además de filósofo, especializado en la época helenística –Claves para entender el escepticismo antiguo, Los filósofos cínicos– ha incurrido en la narrativa –Tempus fugit–; el teatro –El muérdago, El troquel– y dirige la Red Iberoamericana de Estudios en Filosofía Antigua. En la introducción al libro, se refiere a las razones de tal fascinación: «De hecho, tiene sentido considerar que toda la historia de su recepción cultural no es otra cosa que una reflexión sobre las relaciones entre racionalidad y poder».
Esta idea, de corte eminentemente platónico, funda la leyenda del filósofo-rey y, así, se logra entender esa fascinación que Marco Aurelio ha ejercido en la teoría política de Occidente prácticamente hasta nuestros días, «un gobernante ilustrado, un tirano racional capaz de conocer los principios éticos y dispuesto a llevarlos a efecto, fue la aspiración de los tratados políticos durante muchos siglos. Y una parte de dicha idea, incluso para aquellos que no se declaren platónicos pervive aún en nuestro contemporáneo deseo por establecer un régimen político alejado de la corrupción, la estupidez y la aleatoriedad».
La originalidad de este libro, aquello que hace de él un goce inesperado es que no se trata de una biografía de Marco Aurelio, ni tampoco un tratado sobre su estoicismo sino que trata de la transformación que el Emperador ha tenido a lo largo de la historia occidental, y oriental, ya que Japón ha entrado también en esta ruleta recientemente, una transformación que va desde las admoniciones indirectas de un Fray Antonio de Guevara a Carlos V al papel asignado a Richard Harris como Marco Aurelio en la película Gladiator, de Ridley Scott, un film cuya espectacularidad no debería hacernos olvidar, así lo entiende Ignacio Pajón, que es casi una copia de La caída del imperio romano, de Anthony Mann , algo con lo que estarían de acuerdo todos aquellos que posean cierto bagaje cultural sobre la Antigüedad y hayan visto la película, que se prodiga poco y mal.
Valdría decir, un libro que trata del César y sus máscaras, un libro apasionante, no sólo por la manera que ilustra la fascinación que el Emperador-Filósofo ha tenido en el arte, la literatura, la teoría política, el cine, el teatro, el manga sino porque, en definitiva y gracias a ese enfoque sobre las máscaras adoptadas a lo largo de la historia, Ignacio Pajón ha construido una narración y, a la vez, un ensayo, creando un dibujo sobresaliente de Marco Aurelio a través de un vaciado o al modo de un negativo fotográfico: si se revela en condiciones adecuadas, al fin la foto se presenta nítida de perfiles y nos dice más de su personalidad que muchas referencias biográficas. En cierta manera este libro es deudor de las Meditaciones. Como ellas, está escrito desde la serena subjetividad del que sabe ha llegado a atisbar lo esencial mediante sus representaciones, del que no se libra aquí ni el caballo del Emperador, que el autor emplaza como modelo de ciertos condottieros del Renacimiento, del Gattamelata de Donatello en Pisa hasta el cuadro de Madrazo de Fernando VII.
He gozado con las interpretaciones del autor sobre las interpretaciones de otros, pintores, escultores, directores de cine, novelistas… sobre la personalidad de Marco Aurelio pero creo que es en el cine y la pintura donde se encuentran los modos más felices del libro: desde Las últimas palabras de Marco Aurelio, de Delacroix al análisis minucioso de la película de Anthony Mann, con un Alec Guinness en el papel de Marco Aurelio…
¿Y Cómodo?, se preguntarán los seguidores de Gladiator, donde se cargan las tintas sobre el hijo del Emperador hasta hacer de él una mezcla de Heliogábalo y Calígula… Ignacio Pajón nos ilustra sobremanera sobre este personaje que no es verdadero del todo ni está bien inventado, un poco al modo del dicho citado hasta la extenuación por cualquier periodista y basado en El hombre que mató a Liberty Valance, «Prefiero que la realidad no me estropee una buena historia». Cómodo como el negativo de su padre. Los Antoninos como ejemplo del ocaso a que está sometido todo imperio, como toda familia y cualquier individuo. De todas estas cosas trata este libro.