«Quocunque adspicias, nihil est, nisi pontus et aer»
Ovidio
Desde que Adán mordió la manzana del árbol de la Sabiduría, la cultura está asociada al exilio. «Adondequiera que miro, no veo sino mar y cielo; el uno, hinchado por las olas; el otro, con amenazadoras nubes», escribía Ovidio en su poemario Tristes, en su exilio de Tomis, en la costa oeste del Mar Negro. Ovidio, santo patrón pagano de los exilados, me ayuda a hilar mi reflexión de hoy.
Empecemos precisando una obviedad: hay dos tipos de exilio, el voluntario y el forzoso. Un paso más: la cultura española tiene una dilatada experiencia en exilios no elegidos, en retiros impuestos. Su espíritu es, quizá por definición, forzosamente emigrante. Podríamos aventurar, aunque suene maximalista, que lo mejor de la cultura española lo ha dado el exilio, por tanto, cultura disidente, inconformista, clandestina.
Pero no nos remontemos a los romanos. Los años de la Transición supusieron el regreso del exilio de gran parte de la cultura española, y propició la aparición de decenas de editores que, con nombre y apellido, protagonizaron un risorgimento de la edición cultural. El compromiso cultural y político de dichos editores logró que el mundo de la edición viviera una nueva edad (ya no sé si de Oro, de Plata o de Bronce). Negocio no faltó, pero además de ilusión, entusiasmo y coherencia, gran parte de esos editores apostaron por la cultura, en una reconquista de la libertad de expresión y de la circulación de ideas.
¿Fue aquello un espejismo? Napoleón Bonaparte, el gran exiliado, que nació en una isla, creyó ver en los Cien Días, a su salida de su primer exilio en la isla de Elba, el renacimiento de su imperio, un espejismo que le costó acabar sus días en otra isla, la de Santa Elena. Pues bien, pasaron apenas dos décadas y metidos en los 90 el mundo de la edición española se convirtió en industria.
La mercantilización de la edición, el surgimiento de la industria del libro, ha producido la malversación de la verdadera naturaleza de la edición de libros (recordemos: «la edición de libros es por naturaleza una industria artesanal, descentralizada, improvisada y personal», Jason Epstein dixit). Las consecuencias de este proceso han sido muchas, las implicaciones últimas de ese proceso las estamos viviendo hoy en día.
Consecuencias:
- -reducción de la cultura a mercado.
- -centralización del negocio editorial.
- -homogeneización de la oferta.
- -pérdida de la diversidad cultural.
Implicaciones:
- -reducción del libro a producto de mercado.
- -desmantelamiento de la red independiente de librerías.
- -homogeneización de la demanda.
- -empobrecimiento del tejido cultural.
Con estos barros, llegamos a la era digital. ¿Los lodos?:
- -pérdida del valor simbólico cultural del libro.
- -desaparición paulatina del librero prescriptor o agente cultural.
- -desprestigio del oficio de editor, equiparado a un fenicio.
El exilio, interior, de la edición cultural es una realidad que muchos pequeños editores vivimos y constatamos cada día: no solo al ver las liquidaciones mensuales de ventas, no solo al visitar los puntos de venta y confirmar la segregación al que se ven sometidos nuestros libros, sino también, lamentablemente, sino también al ver denigrado nuestro oficio a negocio de fenicio.
Hoy más que nunca, los pequeños editores, la edición personal, artesanal e independiente, debemos hacer oír nuestra voz, aún desde el exilio, no para entonar cantos tristes, sino para seguir transmitiendo nuestra particular y singular manera de entender el mundo del libro y la edición.
Desde hace unas semanas, la periodista Nuria Azancot está publicando en el suplemento El Cultural de El Mundo una columna titulada «Los editores», donde da voz a pequeños editores, con nombre y apellidos, sobre el origen de sus proyectos y sus planes a corto y medio plazo.
Once ya han sido los entrevistados hasta ahora:
- -Diego Moreno, de Nórdica.
- -Enrique Redel, de Impedimenta.
- -Javier Jiménez, de Fórcola.
- -Samuel Alonso, de 451.
- -Enrique Murillo, de Los libros del lince.
- -Gonzalo Canedo, de Libros del silencio.
- -Irina Salabert y Luis de la Peña, de Nocturna.
- -Ángel Fernández, de Kailas.
- -Elena Medel y Alejandra Vanessa, de La Bella Varsovia.
- -Óscar Sipán y Mario de los Santos, de Tropo editores.
- -David Villanueva, de Demipage.
Las constantes que se rastrean en estos once perfiles de pequeños editores:
- -editores de oficio, artesanos.
- -proyectos vocacionales con recursos económicos limitados.
- -entusiasmo e ilusión en cada proyecto.
- -tratamiento del libro como valor cultural.
Es buena noticia que los editores (estos y más) que apostamos por la edición cultural nos hagamos visibles y que la sociedad oiga nuestro discurso. De nuevo, la «edición-sí» está destinada a hacerse oír en un mundo mercantilizado, que solo entiende de cifras y estadísticas.
¿Vivimos una vuelta del exilio de la edición cultural? Quizá comience el fin de una época, el fin de la industria editorial, que ve agotarse la solvencia de sus mercados. Quizá asistimos a un cambio de paradigma, el digital, que producirá la «transmutación de todos los valores». Quizá eso propicie el regreso del exilio de la edición artesana y cultural.
Quizá.
Javier querido,
¿Vivimos una vuelta del exilio de la edición cultural? Si, sin duda. El problema dejó de ser tecnológico: el desafío es editorial. Nosotros, aunque no nos categorizamos de ese modo, nos sentimos muy entusiasmados también.
¿Quizá comience el fin de una época, el fin de la industria editorial, que ve agotarse la solvencia de sus mercados? La realidad ha disipado las brumas de la especulación alrededor de esta cuestión: efectivamente es así. Toda la edición que no sea industrial ha de aparcar aquellos modos que en verdad le eran ajenos y reencontrarse a sí misma ante los lectores (que se quede la industria editorial con las masas de consumidores).
¿Quizá asistimos a un cambio de paradigma, el digital, que producirá la «transmutación de todos los valores»? Como ya no cabe ninguna duda al respecto es importante introducir nuevas certezas, remarcar el camino de nuestro trabajo y que sea más accesible a los públicos.
¿Quizá eso propicie el regreso del exilio de la edición artesana y cultural? Ya está pasando. los lectores están ahí, curioseando.
¿Quizá? Si Javier, sin duda.
Abrazos.
Desafíos, editoriales y personales, en un mar lleno de incertidumbres. Aún así, por vocación entusiasta, que compartimos, la singladura es riesgo y aventura. Las nuevas certezas requieren contraste, ensayo y error. Caminemos, o más bien, naveguemos, pues. Abrazo fuerte, maese Odell. Y fomentemos la curiosidad, que es paridora de conocimiento.
Excelente post. Y muy valiente. Gracias.
Gracias, querida Julieta, viniendo de ti es todo un piropo. Pero la valentía se demuestra andando: editar en tiempos revueltos! Un abrazo fuerte
Todo exige renovacion y adaptacion, definitivamente es voltear a la tarea de incrementar la adiccion a la lectura para que todos se beneficien
Estimado Jorge, gracias por tu interesante comentario. Efectivamente, nuevos tiempos vivimos que requieren de todos adaptarse, pero eso no implica renunciar a los principios que nos constituyen, como es el de la cultura para cierto tipo de editores. Y sí, la gran conquista es la lectura. Un abrazo
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