El paisaje del yo

MANUEL GREGORIO GONZÁLEZ / Diario de Sevilla, 20 de agosto de 2023

Fórcola edita el Atlas literario de la Tierra, del geógrafo Eduardo Martínez de Pisón, donde se analiza y recoge, en numerosos ejemplos, la moderna imbricación del hombre, el paisaje y la cultura

El geógrafo Eduardo Martínez de Pisón acomete aquí una notable empresa lírica e intelectual, cuyo contenido es la naturaleza misma del hombre moderno. Esto es, del hombre que emerge en torno al XIV-XVI, dueño de una visión conjunta espacio-temporal, de la que surgirá, como una tenue eflorescencia, el paisaje. Un paisaje que, según recuerda Clark, se forma de modo empírico en la pintura flamenca, pero que en la Italia de la Rinascita tendrá el doble soporte de la geometría y un neto concepto de la Naturaleza.

“No hay un yo sin paisaje”, escribe Ortega -y señala significativamente Martínez de Pisón-, refiriéndose a la geografía íntima y despojada del Guadarrama. Frase de inusual perspicacia, como casi todo lo orteguiano, pero que cabe completar con su contrario: no hay paisaje sin un yo. No hay una visión de totalidad, no hay una elaboración sentimental, no hay un mudo sedimento cultural y poético, sin el yo machadiano que mira y ve y recuerda y tiembla. Esta doble función, el yo que mira y lo mirado conjuntamente, en una totalidad histórica y poética, es la que habilitará el hombre moderno, desde Mabillon y Bodin, hasta llegar a los plurales determinismos de Kant, Montesquieu, Winckelmann y el grave, el sublime paisajismo romántico. Martínez de Pisón, en la última parte de su libro, ordenará diversas lecturas en las que el paisaje se sustancia, de Verne y Buzzati a Hermann Hesse, como personaje, en absoluto menor, de la obra. Antes, sin embargo, el autor ha establecido los diferentes nudos históricos y culturales de los que emerge el paisajísmo, para a continuación aplicarlo a una realidad concreta: la realidad de la Generación del 98, y su antecedente regeneracionista, donde se aglutinan una literatura, una filosofía, una breve y ambiciosa sociología, en torno al paisaje. Filosofía que tendrá su alta continuación, de abrumadora fertilidad, en el madrileño Ortega y Gasset, quien rigoriza y se añade a la hora mayor de Machado, Azorín, Baroja, Gabriel Miró, Zuloaga, y Regoyos.

También ahí el paisaje mostrará su reversible función constitutiva: ya sea como proyección íntima del yo que ve y se estremece, ya como realidad muda y entrañada de la que el yo extraerá una enseñanza, un indicio, una sutil idea de lo superior, de lo extrahumano. Una idea de lo imperecedero.

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