Ir de librerías, ese «lugar abierto en el que los transeúntes entran y salen a su placer, sin saludar, sin decir nada, sin pedir permiso a nadie», como dice Azorín, sigue siendo uno de mis placeres que procuro cultivar a menudo. Si además de «ir», resulta que recalo en una de ellas para presentar uno de nuestros libros, y si la librería elegida es Meta Librería, ese remanso de paz para el lector de filosofía y ensayística, regentada por José Luis Guerrero, el placer es doble.
El pasado 28 de marzo, en Meta Librería, tuvimos ocasión de hacer una tertulia en torno al libro Huérfanos de Sofía: Elogio y defensa de la enseñanza de la filosofía. Nos acompañaban Àlex Mumbrú, coordinador del libro, Jacinto Rivera de Rosales, Agustín Serrano de Haro e Ignacio Pajón Leyra.
Estuvo con nosotros, en espíritu, pero no en persona, Carlos Javier González Serrano, editor, filósofo y escritor, una de las personas más dinámicas en la difusión de la filosofía y el pensamiento filosófico en las redes sociales, que a pesar de su transitoria indisposición de salud, no quiso perderse nuestra tertulia, y compartió con nosotros un texto que leímos al comenzar el acto y que os dejamos aquí para los que no tuvisteis oportunidad de acompañarnos.
Álex Mumbrú, doctor en Filosofía por la Universidad de Barcelona, que se ha encargado de la coordinación del libro, nos introdujo sobre la naturaleza y propósito de Huérfanos de Sofía, que al hilo de las recientes reformas en la ley de educación, reivindica el importante y esencial papel de la filosofía tanto en enseñanzas medias como en la universidad. Traigo aquí un comentario de Rafael Robles, que en una reciente reseña y comentario del libro, sugiere –muy oportunamente- que habría que reivindicar la enseñanza de la filosofía también en educación primaria.
Jacinto Rivera de Rosales, catedrático de Historia de la Filosofía Moderna en la UNED, quien firma en este libro el artículo titulado «La Filosofía en nuestra situación histórica», en su intervención, que versó a modo de síntesis de su artículo, compartió con los presentes las tres claves del pensamiento filosófico: el deber, el poder y el saber, a modo de tres grandes preguntas de corte kantiano que todo filósofo ha de hacerse: qué debo hacer, qué puedo conocer, qué puedo esperar. Respecto al carácter de la reflexión filosófica, Jacinto Rivera asegura que «no sólo tiene como tarea reflexionar sobre el método, la validez y el alcance del conocimiento objetivo y científico, sino que también lo ha de llevar a cabo respecto de la experiencia mítica, religiosa, histórica y lingüística. Cada una de ellas constituye un momento de nuestra existencia y un ámbito de comprensión, un aspecto de nuestro modo de ser».
Ignacio Pajón, profesor de Filosofía Antigua de la Facultad de Filosofía de la Complutense de Madrid, tomó la palabra para preguntarse sobre la imagen que el filósofo proyecta de sí mismo y su actividad en la sociedad en la que vive, imagen de la que el propio filósofo debería sentirse responsable. Bien es cierto que este tema es tan antiguo como la propia pregunta por el sentido de la filosofía. Y desde la Antigüedad, la figura del filósofo ha sido vista con cierta ambigüedad. Tales de Mileto, el despistado pensador que cae en un pozo por contemplar las estrellas, o Tales de Mileto, el experto en las cosas de la naturaleza, que se hace rico porque especula con las cosechas y los molinos de grano, son dos imágenes contradictorias de un mismo personaje, el filósofo, respecto al cual la sociedad en la que vive no sabe muy bien qué pensar. Ignacio Pajón, retomando su artículo «La pregunta de Pitágoras o para qué la Filosofía», aportó este interesante tema al debate posterior.
Agustín Serrano, científico titular del Instituto de Filosofía del CSIC, aporta a libro Huérfanos de Sofía el texto titulado «Al margen de Sacristán, en tiempos de Wert». Su intervención recordó la relevancia del texto de Manuel Sacristán, para reinvindicar la importancia de la profesión del filósofo, en lo que tiene de intelectual que afronta el reto de entender, de comprender la realidad en la que vive, a todos los niveles, incluido el político. Agustín, cuya labor filosófica se enmarca en la tradición fenomenológica, recordó la figura paradigmática de Hanna Arendt: «Lo que quiero es comprender». Las referencias al texto de Ramón Sánchez Ramón («De la Filosofía a la Filo»), se hicieron oportunas: «Como profesores tenemos una función, fundamental, que ya no es monopolizar el saber sino mostrar cómo el saber pertenece a la vida y modifica a la persona».
Continuó el debate y la tertulia, en la que se insistió en la reivindicación de la enseñanza de la filosofía y en la necesidad de que el filósofo se ocupe y preocupe de la imagen que se tiene de él, y se implique más en la sociedad en la que vive, en todos los órdenes. En la foto, de izquierda a derecha: Javier Fórcola, Ana de Lacalle, Agustín Serrano, Álex Mumbrú, Ignacio Pajón y Jacinto Rivera.