Miguel Ángel González Barrio /Scherzo febrero de 2024
Sorprende que una cantante de estatus mítico como Kirsten Flagstad careciera de una buena biografía, que pusiera al día los esfuerzos de Louis Biancolli (1952) y Edwin McArthur (1965), inseparable pianista, confidente, amigo y consejero de la soprano noruega. Ha venido a llenar ese vacío inexplicable esta reciente biografía (2021) de Ingeborg Solbrekken, autora de tres libros sobre su insigne compatriota, que con ojo de lince el editor Javier Jiménez, factótum de Fórcola, melómano y devoto confeso de Flagstad, se ha apresurado a editar en nuestro idioma.
Kirsten Flagstad. La voz del siglo nos conduce con buen pulso por la vida de la soprano, de los sórdidos comienzos al éxito internacional, y de ahí a la injusta persecución que sufrió al acabar la Segunda Guerra Mundial y los dolorosos años finales. Solbrekken recrea con maestría los ambientes teatrales de la Noruega de principios de siglo, el Bayreuth de los años 30 o el brillo deslumbrante del Metropolitan, y revela interesantes datos de la relación de Flagstad con otros colegas y directores. Describe pormenorizadamente el ambiente y los conflictos de interés que rodearon a una artista que quería desaparecer y vivir su vida al caer el telón, lo que provocó no pocos encontronazos. Una mujer que, pese a todo, permaneció fiel a su segundo marido, el industrial noruego Henry Johansen.
Hay algún que otro desliz, no muchos. Por ejemplo, en la p. 68 se menciona una presunta gira por EE.UU. del “Festspiele wagneriano” (el Festival de Bayreuth) en 1922; y en la p. 76 se afirma que Richard Strauss había dirigido Parsifal en Bayreuth en 1894. Es un libro de lectura absorbente. En ocasiones puntuales Solbrekken se abandona a la conjetura, a los ejercicios de psicología casera, o endosa a Wagner que dejara el terreno expedito a los nazis para la apropiación del Anillo… al no separar lo mitológico de lo nacional. Se admite pulpo como animal de compañía.
No se lo pierdan.