Fernando R. Lafuente/ ABC Cultural, 15 de julio de 2023
Eduardo Martínez de Pisón recoge y recrea todos los paisajes que han quedado fijados por la escritura
Sí, toda política es geografía y buena parte de la literatura, también. Fue por la sierra de Guadarrama cuando Ortega descubre que «El patriotismo es ante todo la fidelidad al paisaje… la patria es el paisaje». Eduardo Martínez de Pisón (Valladolid, 1937) regresa a un territorio amado y conocido, leído y sentido: el paisaje, la determinación de un ayer, de un presente, de un tiempo mítico y unas obras inmortales.
Ahí es nada. Este libro son no sólo unas notas de andar y ver, sino, sobre todo, las notas de un lector apasionado, y la mirada. Si como suele recordar ese gran director y escritor que es Gonzalo Suárez «el cine es la mirada del director», también aquí es la de quien describe, sueña. Vive el paisaje será, en palabras de Pisón: «es la mirada del hombre la que vuelve paisaje, lo que era sólo territorio, la que interpreta culturalmente el paisaje». Este volumen se ordena en tres partes, bien diferenciadas y, por ello, plenamente complementarias, para viajar junto al lector a geografías, épocas, marinos, escritores, aventureros, poetas, filósofos, científicos que dejaron la huella insoslayable de su experiencia y sus escritos. Cabe destacar, como un valor siempre reconocible y admirable, la cercanía de la prosa del autor. Pareciera como lo que se cuenta estuviera narrándose en una conversación entre amigos. La erudición notable que se muestra en cada página no ahoga, ni abruma, ni aburre su lectura porque el saber contar de Pisón conjuga, a la buena manera anglosajona, conocimiento con sentimiento, saber y comunicar. Para subrayarlo estas palabras del citado Ortega que se recogen en uno de los capítulos más relevantes, y de mayor hondura ensayística del libro, el dedicado a Pedagogía y paisaje: «Cada paisaje me enseña algo nuevo y me induce en una nueva virtud. En verdad te digo que el paisaje educa mejor que el más hábil pedagogo».
Secretos del bosque Aquí están todos los paisajes que han quedado fijados por la escritura, el testimonio, incluso ese tan vasto y añorado como el de los Horizontes perdidos (1933), esos ShangriLa de la novela de James Hilton y la película de Frank Capra que alentaron el sueño de una realidad mejor envuelta en un paisaje deslumbrante, o los Nadadores del desierto del Conde Almasy, también llevado al cine bajo el título de El paciente inglés.
El libro es una enciclopedia que forma e informa de la geografía como literatura, como exquisita materia literaria, en donde no falta ni el recuerdo del querido Tintín. Ahora, si hay un capítulo en el que la destreza de Pisón llega al límite de la perfección narrativa ese es, para uno, «Navegantes de Nantucket», con Poe y Melville como la redención de los lugares perdidos. Y a continuación los lugares encontrados, de nuevo Melville, uno de los más grandes novelistas, y la lucha entablada contra la muerte blanca de Valerian Albanov contado en su libro En el país de la muerte blanca. Excepcional.
O los secretos del bosque, motivo que permite en adentrarse en otro gran libro y otra gran película, Dersu Uzala, las memorias del capitán Arseniev, llevadas a la pantalla de forma magistral por Akira Kurosawa. Y de ahí a Robinson, Thoreau, Machado, Baroja, jardines, barrios (más que ciudades), puertos, cimas, hielos, volcanes, bosques. El paisaje es civilización, algo hoy tan necesario como el agua de cada día.