Nuestro post de hoy continúa la sección que hemos titulado «Mis libreros favoritos», una serie de conversaciones informales que pretenden dar a conocer la persona concreta de un librero. Como he afirmado en otro lugar, «el librero no es una abstracción»: tras la serie de etiquetas que le adjudicamos («prescriptor», «agente cultural», «dinamizador de la lectura») hay una persona concreta con el que, si somos afortunados, podemos mantener una jugosa conversación y entablar una buena amistad; pero sobre todo, como es el caso que hoy nos ocupa, Manuel Iborra, de la Librería Sintagma (El Ejido, Almería), hay un librero que orienta su trabajo hacia la excelencia y al cliente, exigiéndose la máxima profesionalidad.
En las últimas semanas las librerías y su futuro han sido protagonistas de intensos debates y alguna monografía. En el pasado I Encuentro de Librerías y Editoriales Independientes Iberoamericanas, celebrado en Zaragoza, y organizado por la librería Cálamo, las librerías independientes, su modelo de negocio, sus retos, amenazas y oportunidades fueron temas recurrentes en las distintas sesiones de trabajo. Para saber más sobre lo que se habló y debatió allí, remito a la página web habilitada por la propia librería Cálamo: en su sección «Enlaces» se están aún colgando los enlaces a los distintos artículos o post que se han hecho eco del evento.
Por su parte, el número 14 de la revista Trama & Texturas, «Jaque o gambito: librerías y entorno digital», como muchos de ustedes ya saben, es un monográfico dedicado al futuro de las librerías. Les recomiendo encarecidamente la lectura atenta de los numerosos artículos que libreros, editores y profesionales del libro han escrito para este interesante número de la revista Texturas, sin duda la única referencia de rigor y de reflexión seria sobre el mundo del libro en este país.
Y en apenas unos días dará comienzo en Las Palmas el XXII Congreso Nacional de Libreros, organizado por CEGAL, del que esperamos con interés sus conclusiones, que nos proporcionarán el diagnóstico de cuáles son los retos que los propios libreros consideran han de abordar en los próximos años.
De momento, en este debate sobre el futuro de las librerías, Manuel Iborra, desde su personal y subjetivo punto de vista, según lo que se desprende de su artículo en el monográfico de la revista Texturas, aborda (de forma entusiasta) el futuro con responsabilidad y con un activo compromiso con la librería independiente y el asociacionismo librero. Considera, siguiendo con sus reflexiones, que su problema real como librero no es el libro electrónico (del que no hay demanda ni mercado significativo a la fecha), sino «la librería tradicional ante el futuro». El gran reto, concluye, es lograr vertebrar una potente red de librerías independientes: el valor está, subraya, en la bibliodiversidad y en la diferencia.
Con Manuel Iborra he mantenido esta breve conversación, y aquí os dejo sus interesantes respuestas:
–¿Cómo iniciaste tu actividad como librero?
«En enero de 2002 estaba terminando Filología Hispánica y en una conversación estaba exponiéndole a Matilde, mi pareja y, actualmente, también librera, las condiciones positivas que tenía El Ejido para acoger una librería. Como la familia de Matilde tenía un pequeño dinero para invertir, en pocos días decidimos que nos íbamos a dedicar de manera plena: invertimos muchísimas horas a buscar los mejores presupuestos, a aprovechar las mejores subvenciones, a informarnos de cómo funciona una librería y a trabajar para que la construcción de la obra costase lo menos posible. Como mi padre es albañil, íbamos todos los sábados y los domingos, y en unos tres meses la teníamos lista. Leía Babelia mientras que preparaba la mezcla, acercaba ladrillos y tenía cuidado de no caerme del andamio. En pocos días tomamos la decisión, en un par de meses preparamos el proyecto, en otros más hice la obra y, sumando todo, en ocho meses, Sintagma estaba abierta.»
– Todo librero tiene alma de misionero. ¿Cómo es la actividad de una librería en una pequeña ciudad como El Ejido?
«Para mí las librerías y los libreros son importantísimos, pero tampoco me gustaría caer en un defecto narcisista. En todo caso, creo que municipios como El Ejido están incrementando su índice de lectura de manera progresiva y ser uno de los factores de ese crecimiento es muy ilusionante.»
–El librero ¿sigue teniendo una tarea prescriptiva y una función como promotor de la lectura?
«La tarea prescriptiva es clara y esencial para el librero. Un librero independiente con cada día que pasa en su librería va sumando experiencia a su «disco duro». Recogemos las impresiones de las lecturas de los clientes, estamos al tanto de qué libros se están vendiendo, conocemos el trabajo de la crítica literaria y el de otros prescriptores y, además, es un lector más, un lector muy especial.»
En Sintagma tenemos dos compromisos:
- -tenemos que intentar recomendar al lector el libro que más pueda disfrutar.
- -tenemos que intentar alumbrar el libro que reúne diferentes condiciones de valía que llevan a que sea un título que va a perdurar. Que su lector no lo olvidará.
–Recomiéndame un libro y dame argumentos para su lectura
«Tienes que permitirme ser generoso con tu casa, por lo que me gustaría recomendar Tocar los libros (Fórcola) de Jesús Marchamalo. En cuanto el lector pasa a ser bibliófilo comienza a vivir y compartir un sinfín de relaciones con esos objetos llamados libros, que permiten la experiencia de la lectura. Marchamalo, como buen apasionado, nos relata algo así como el anecdotario de un vicioso. Si conoce a alguien al que le gusten los libros, regálele Tocar los libros. Contagia pasión.»
«El Premio Sintagma 2010 ha sido para la novela Niño A de Jonathan Trigell (Sajalín, 2010). Partiendo de un hecho real espantoso que conmocionó a la sociedad inglesa en 1993, en el que dos niños mataron a otro, Trigell le da forma de novela enfrentándose y enfrentándonos continuamente a un debate: cómo debe discurrir la narración cuando relata el horror y qué posición debe de tomar el narrador y el lector ante los presuntos asesinos. La sencillez de su estructura y de su prosa provocan, aún más, la intranquilidad ante la complejidad de las preguntas que debemos de ir resolviendo.»