«Allí donde queman libros, acaban quemando hombres.»
Heinrich Heine
«Quienes queman libros saben muy bien lo que hacen.»
George Steiner
El intento de quema de una librería. Una noticia atroz. Dice Miguel Albero, autor de ese hermoso y enciclopédico libro Enfermos del libro (Universidad de Sevilla, 2009), que la biblioclastia «más que una patología, es una actividad de lesa humanidad practicada a título individual, pero también a veces por los más variados procedimientos, consistente en destruir libros por los más variados procedimientos, siendo la quema el preferido por su alto componente simbólico».
El fuego prendiendo papel siempre nos ha estremecido a los lectores amantes del libro impreso. Si el fuego además es provocado, producto del vandalismo, la locura o el fanatismo ideológico, el estremecimiento se eleva a indignación (palabra demasiado pisoteada, pero que aún prefiero a las «débiles» rebote, enfado o mosqueo), y puede llevarnos, según el caso, y este lo es, a la ira.
Juan Cruz, en su post titulado “Incendiar libros”, habla del fuerte simbolismo de la quema de libros, pero aquí no se han incendiado libros, sino que se ha intentado quemar una librería, y qué librería.
A mí, este episodio de la quema de la fachada de la librería Antonio Machado del Círculo de Bellas Artes de Madrid (que ha quedado en susto, pero no deja de ser una putada), me parece más que un simple intento de quemar libros: esto agrede a la profesión y oficio de librero, y atenta igualmente al trabajo de editor que hay tras cada libro expuesto en el escaparate.
Ayer, tras comer con un amigo, me encontré con esta escena triste y demoledora. La librería estaba cerrada: apenas eran las 16:00 y la librería continuaba cerrada por descanso del almuerzo, y no porque el vándalo desgraciado que intentó quemarla triunfara en su maléfico afán. Para eliminar cualquier duda, y a pesar de la apariencia dantesca del escaparate, en parte roto, y lleno del molesto hollín y restos de humo en la cristalera, los libreros habían colgado un flemático cartel, donde se informa a los interesados de que la librería está abierta.
Quiero enviar un abrazo fuerte a Miguel, a Mari Paz, a Aldo, a Verónica, a Javier, a Carlos y al resto de amigos de la librería Antonio Machado, que hoy seguirán al pie del cañón, pase lo que pase, haciendo las delicias de bibliópatas y locos (de los buenos) del libro impreso y la lectura. A ellos dedico estas líneas.
En un país que no deja de manifestarse por estupideces y asuntos peregrinos, la mejor manifestación de apoyo a la librería Antonio Machado es que vayamos a la librería, unos y otros, cuando buenamente podamos, pero sin dejarlo para mañana, y compremos un libro más de lo que esta semana teníamos pensado.
Y que la policía haga su trabajo