Mercedes Monmany / Revista Turia
Los ingleses y el continente
¿Por qué siempre, a lo largo de las épocas, ha sido admirada Gran Bretaña? Una admiración que tiene mucho más mérito que otras ya que como nos recuerda el gran experto en anglofilia, erudito refinadísimo y reconocido, flâneur de libros, gestas, particularismos e idiosincrasia no pocas veces necesitada de traducción, así como impagable retratista de personajes únicos e irrepetibles autóctonos, Ignacio Peyró (Madrid, 1980), autor de la actual y magnífica recopilación de ensayos Un aire inglés (Fórcola), se trata de un amor con poca ida y vuelta. Es decir, un amor muchas veces rechazado, visto con sospecha y casi desagrado. Como una rara pesadez llegada de «ese horrible país llamado extranjero»: «No pocos –escribe Peyró– terminarían por recorrer el camino de la subyugación al odio tras comprobar que “el resultado de la anglofilia es una amor rechazado”, en tanto que los británico, según John Lukacs, “suelen alejar de sí a las gen-tes que los admiran”». Inventores y exportadores del parlamentarismo a pueblos mucho más barbarizados, o al menos reacios al orden que proporcionan ciertas instituciones con el propósito de regular la vida en sociedad, alejándose de este modo lo más posible de la selva, el prestigio de lo brit entre las élites europeas –como afirmaría Ian Buruma, citado por Peyró– se ha vivido apasionadamente, sin interrupción, «desde Voltaire a Churchill». El siglo XIX, en el que los viejos atlas extendían de forma abrumadora el dominio del Imperio Británico por una cuarta parte del planeta, sería fundamentalmente «un siglo inglés».