Juan Ángel Juristo/ Nueva Tribuna, miércoles 15 de noviembre de 2023
Este libro, que ahora se edita en español (El esteta armado. Escritores guerreros en la Europa de los años treinta, Fórcola, 2023) fue publicado en su versión original en italiano en 2015 bajo el título de L´esteta armato. Il Poeta-Condottiero nell´ Europa degli anni Trenta. Su autor, Maurizio Serra (Londres, 1955) es un conocido ensayista y narrador italiano vinculado al servicio diplomático y escritor en dos idiomas, italiano y francés, lo que le ha valido ser miembro de la Academie Française desde 2020, siendo el tercer extranjero en entrar en tan docta institución. En España es conocido, sobre todo, por su faceta como biógrafo, recordemos Malaparte, vidas y leyendas; La antivida de Italo Svevo; D´Annuzio le Magnifique; Marinetti, retrato de un revolucionario y El misterio Mussolini, donde aúna magníficamente el rigor del historiador que se atiene al documento con la recreación de la época, un tanto al modo en que ha dado celebridad a figuras como Herbert Lottman, referente en este tipo de ensayo. Así, Los Hermanos separados: Drieu La Rochelle, Aragon y Malrauxcara a la historia o este El esteta armado. Escritores guerreros en la Europa de los años treinta, uno de sus escritos más celebrados y donde aborda desde una perspectiva muy sutil, sugerente y tremendamente personal gran parte de los intelectuales comprometidos en la Europa de entreguerras y su postura ante los nuevos totalitarismos surgidos durante la Primera Guerra Mundial o como consecuencia de la misma.
Desde luego que la bibliografía sobre el tema es inmensa, sobre todo porque en cierta manera había que explicar, en el contexto de una Europa que se estaba desarrollando económicamente a pasos agigantados y con la conciencia de ser ya un continente que sólo podía sobrevivir en la paz, había que explicar a las nuevas generaciones definitivamente abocadas a una cultura, y con ello me refiero a modos de comportamiento, de clara influencia norteamericana, inmersos en una economía planificada por las multinacionales pero con una gestión socialdemócrata que hizo que por primera vez la clase trabajadora europea tuviera la ocasión de parangonarse con la americana, crecimiento económico aparejado con una libertad intelectual y de costumbres que hizo que esos años fueran conocidos como “la década prodigiosa”, una década cuya continuación en la siguiente se aparejó con una crisis económica que se resolvió en los ochenta en el liberalismo a ultranza de Reagan y Thatcher y que para el tema que nos interesa aquí se acompañó con una revisión del pasado parecida a la revolución conservadora de los años veinte. Fue la época de intentar aunar tendencias antagónicas en una nueva realidad europea y cuya instantánea llena de simbolismo podría resumirse en el saludo de François Mitterrand a Ernst Jünger, sellando un pacto indisoluble franco-alemán que ha constituido el esqueleto de la UE durante años. Es en este contexto donde se produce esa revisión de la postura de los intelectuales en los años treinta, hasta entonces claramente dominada por la izquierda y que ahora se muestra crítica con el papel que jugó frente a los fascismos mientras que, a la vez, se analiza el papel que muchos intelectuales adictos al totalitarismo de derechas, pertenecientes a los que Walter Benjamin denominó los estetas de la violencia, otorgándoles una comprensión, que no justificación, ante la decadencia de la cultura europea, sumida en el marasmo de la I Guerra Mundial. La bibliografía sobre el tema es inmensa y Maurizio Serra ha contribuido a la misma con títulos de los que hemos dado cuenta antes.
Pero este libro felizmente difiere de los lugares comunes inherentes a estos estudios donde, desde luego, se es prolijo con los intelectuales franceses, italianos, rusos y alemanes, debido quizá a la importancia que tuvo la Guerra Civil española que hizo de ella el tablero de pruebas de la siguiente guerra, mientras que se omiten otros nombres que probablemente tuvieron la misma importancia, si no más, que los comúnmente citados.
Por ejemplo, el libro de Serra cita a Jünger, uno de los habituales de la bibliografía al uso, pero no demasiado, y desde luego menos que a Werner Sombart, Hanns Johst, desde luego los Mann, que ganan por goleada, una extensa familia donde desde los tiempos del Kaiser Guillermo todos parecían haber nacido con una pluma bajo el brazo, desde luego Stefan George, desde luego Hugo von Hofmannsthal, cómo no D´Annunzio, pero también Lauro de Bosis, Carlo Rosselli, Giuseppe Antonio Borgese, Vittorio Vidali…
Pero no sólo esto. Así, Serra da una importancia enorme a los intelectuales británicos, normalmente preteridos en la mayoría de la bibliografía sobre el tema. Serra no solamente se refiere in extenso a W. H. Auden y Christopher Isherwood, a Victor Gollancz, a los Oxbridge tan citados siempre que parece una descortesía no hacerlo, sino que ofrece una imagen inquietante de Mosley, el dirigente fascista británico, normalmente rebajado a una figura folclórica dentro de la inquebrantable democracia británica, y deja entrever que su poder se debía a las conexiones con buena parte de la aristocracia británica, donde jugó un papel importante el Duque de Windsor, relegado también luego a elemento folclórico jurando amor eterno a Wallis Simpson… y, sin olvidar a las inevitables hermanas Mitford, que desplegaron una estrategia familiar que agrupaba desde amores con comunistas a pasiones con el mismísimo Führer…
En esta escala tan personal, pero tan sugestiva, de valores y nombres asociados, sin embargo, me llama la atención que de los franceses, tiene un libro sobre Drieu, Aragon y Malraux, se haya extendido tanto sobre los ejemplos de Georges Bernanos y de Henri de Montherlant. Bernanos es presentado con cierta fascinación por el personaje pero Serra lleva a cabo una suerte de juicio sumarísimo con Montherlant. Parece ser que lo conoció y la descripción del personaje es extraordinaria por su valor literario. Es un retrato digno de La Recherche… Montherlant, aquel que colaboraba en Marianne queda reducido en el fondo a un egoísmo un tanto mezquino, como en el fondo es todo egoísmo, ese espejo que se remite siempre a sí mismo. Serra no ahorra detalle y, lo que es definitivo, no juzga, presenta, lo que es un modo mucho más terrible de discriminación. Por no salvarse no se salva no solamente su producción de la posguerra sino ni tan siquiera la colección de antigüedades clásicas, la famosa máscara romana, que dieron fama a su casa.
En suma un libro esencial para entender el periodo que retrata y que para el lector español es precioso porque le aporta información precisa sobre figuras muy poco conocidas entre nosotros. Serra arrastra fama de hombre singular. Lo demuestra en este libro.