Rosa M. Tristán/ El Asombrario, 30 de mayo de 2023
Hay pocas personas hoy en España cuyo nombre suscite tanta admiración como el de Eduardo Martínez de Pisón, el Geógrafo –con mayúscula– más importante que ha tenido este país en décadas, el maestro que ha enseñado a tantos y tantas de su alumnado el valor de la conservación del paisaje, y muy especialmente de las montañas, a las que ha dedicado gran parte de su vida. A sus 86 años, este hombre sabio e incansable no sólo sigue subiendo montes, sino que continúa inmerso en batallas para la protección de aquello que ama. Acaba de publicar un nuevo libro, el ‘Atlas literario de la Tierra’ (Forcola Ediciones), una obra escrita para disfrutar de la belleza de este planeta, sumergiéndonos en esa sabiduría adquirida en su intensa vida de viajes, ciencia, lecturas y aventuras.
Ha participado activamente en la campaña contra una infraestructura en el pirenaico Canal Roya. ¿Qué conclusión ha sacado de lo ocurrido?
Al principio, los que nos oponíamos a la barbaridad de un telesilla para unir por allí dos estaciones de esquí parecíamos David contra Goliat, pero la presión social ha sido asombrosa. No recordaba nada igual desde que logramos proteger Gredos. Al final se ha suspendido el proyecto, una victoria para los Pirineos, pero también para la sociedad entera. Lo malo es que la amenaza sigue mientras no se proteja, que es lo que queremos ahora. Es triste ver cómo se han cargado las costas del país y ahora van a por la rentabilidad de las montañas, aunque también lo vemos en Doñana o las Tablas de Daimiel. Pero las montañas son las cabeceras del agua. Tenemos que ser respetuosos con el paisaje, el territorio y el medio ambiente.
Es el libro de mis lecturas geográficas, el espejo del paisaje en las palabras escritas. Y lo he dividido en tres partes: una que habla de la descripción del paisaje, otra dedicada a los autores que emocionan a través de sus descripciones y una tercera en la que se recoge una veintena de libros, hasta acabar con un cuento de Clarín en el que el hombre es paisaje y el paisaje se comunica con el hombre. En el campo, hoy mucha gente no ve paisaje, sino chuletas o lechugas. Eso no puede ser. Y hay un guión literario que conocer.
En este repaso, ¿ha encontrado muchos paisajes ya perdidos?
Sí, hay mucho perdido y no desde el siglo XVIII, sino en el transcurso de mi vida. A veces pienso en un lugar que conocí y en qué me encontraré si vuelvo. Muchas veces regreso y está destrozado. Otras no, es verdad. Pero siempre tengo ese temor.
¿Cuál es el principal reto ambiental al que nos enfrentamos hoy?
Desde luego, el cambio climático. Sequías, olas de calor, el fin de los glaciares… Y lo vemos delante de nuestros ojos en el paisaje. Este año, en Guadarrama cayeron cuatro copos y ya estaban florecidos los piornos a mediado de mayo. Este cambio climático debemos corregirlo con nuestros actos. Si fuera geológico o por manchas solares, no podríamos hacer nada, pero es por la contaminación. El otro reto es paisajístico, porque la invasión de aerogeneradores en las montañas es brutal. Dan ganas de coger la lanza como Don Quijote y arremeter contra ellos. Las renovables son necesarias, pero se pueden instalar de forma más prudente, con conocimiento del territorio, que se tiene, y contando con la gente.
¿Qué prácticas ambientales pone en marcha en su día a día?
Lo que hago es leer, escribir y caminar. En mi vida soy mucho más estoico que epicúreo. Gasto muy poco y procuro hacer lo básico, como es reciclar los residuos o ser poco contaminante. Luego, si es necesario salir a movilizarse, pues salgo. Como geógrafo, creo que tengo una responsabilidad profesional de defender nuestro medio ambiente natural.
¿Qué opina del concepto de economía circular?
Es razonable y digno, una cuestión de ética personal. Estamos inmersos en un consumo paranoico que está malgastando los recursos que ofrece la Tierra, todo en aras del goce personal. Es un camino sin salida.
¿Qué diría a los escépticos de reciclar?
Quizá las personas de más edad no están acostumbradas y lo ven como una imposición, pero es necesario. En el pasado, se vivía en sociedades donde no existía la higiene y la gente moría. Pues bien, reciclar es también higiénico. Y luego está la basura que encontramos en la naturaleza. A veces creo que la gente va tirando pañuelos de papel por el campo. Es tremenda la cantidad que hay.
Pese a ello, ¿cree que va en aumento la conciencia ambiental?
Sí, y mucho. Lo que pasa es que el impacto ambiental crece más deprisa que la conciencia, que va a la zaga. Hoy el impacto es generalizado y se debe a que llegamos a muchos sitios. Cuando yo era joven, Guadarrama era el confín; ahora lo es Patagonia. Pero hay más conciencia, porque hay más información. Por ello, en Zaragoza se hizo una manifestación por Canal Roya y fueron miles de personas. En Gredos, en los años 70, éramos cuatro gatos. De hecho, esto demuestra que la sociedad va por delante de algunos políticos.
¿Es optimista de cara al futuro?
Pues no lo sé. El optimismo puro es frívolo y el pesimismo puro es egoísta. Diría que soy pesimista en general y optimista para seguir luchando. No estamos ahora en el mejor mundo posible, pero cambiarlo depende de nosotros.
¿A qué lugar le gusta regresar?
He conocido muchos lugares a los que querría volver en los Alpes, el Himalaya, Alaska… Pero la edad me lo impide. En España, Pirineos es mi favorito y Guadarrama es ya como el pasillo de casa y voy siempre que puedo.