Rosa Belmonte, ABC, 19 de febrero de 2024
Todo lo que se inventó sobre la soprano Kirsten Flagstad era tan mentira como lo que se puede decir hoy de un político.
En una intervención pública de 1959 De Gaulle soltó una perogrullada, un truismo, y Philipe Ragueneau, que formaba parte de su gabinete, le susurró al oído: «A veces tengo la impresión de que toma a los franceses por unos retrasados». «No, pero hay que hablar a la gente el idioma que comprende», contestó a su amigo. He tenido la duda de si las invenciones del PSOE de la amnistía sobre lo que Feijóo no había hecho con la amnistía iban a influir en los votantes gallegos. No porque piense que los votantes gallegos son idiotas, sino porque pienso que todos lo somos. Que todos podemos creer cosas que no son ciertas.
En Kirsten Flagstad. La voz del siglo (Fórcola), de Ingeborg Solbrekken, vemos cómo las mentiras pueden acabar con alguien adorado. La soprano noruega tuvo que aguantar que la cancelaran antes de que el término se popularizara. Y sin redes sociales. Que embargaran sus bienes, que la Familia Real le diera de lado y que su salud se resintiera. La gran wagneriana (memorables sus Brunilda e Isolda) fue víctima de una campaña de desprestigio por parte del Gobierno noruego y de sus brazos diplomáticos. Por su inexistente connivencia con los nazis durante la ocupación del país. Un asunto de lo más actual. En las series Balenciaga y New Look no hacen más que interesarse por el grado de colaboracionismo con los nazis de los maestros de la moda. Kirsten Flagstad tuvo la mala suerte de tener enfrente al tenaz Wilhelm von Munthe af Morgenstierne (ponte nombre, si eso), diplomático noruego en EE.UU. que la tomó con ella. Flagstad, desde que debutó en 1935, fue la reina del Metropolitan hasta 1941. Aunque había debutado en Bayreuth en 1934, centró su carrera en Nueva York y Londres, evitando a los nazis. Y nunca actuó en la Noruega ocupada.
1951 sería el año de su gran regreso al Metropolitan, una vez que el fiscal general de Noruega concluyó que todo había sido una conspiración de antiguos agentes de la Gestapo. Aun así, Rudolf Bing, director del teatro, recibía cartas iracundas por tomar partido por la «zorra», «piojosa» y «golfa» Flagstad. La piojosa nazi recibió la mayor ovación que se hubiera dado nunca en el Metropolitan. Hojotoho!
En otoño de 1958, con 63 años, fue a Viena a grabar el Anillo completo con George Solti y la Filarmónica. Los cantantes jóvenes miraban a la señora mayor que hacía punto y preguntaban: «¿Esa va a cantar?». Se levantaba cuando le tocaba, la orquesta de 110 músicos tocaba Wagner a todo trapo y esa «desbordaba a la orquesta entera con un flujo de canto fantástico». Antes, el 14 de marzo de 1947, convocó una rueda de prensa en Nueva York. Un periodista preguntó por qué no había negado las noticias falsas que se escribían sobre ella. Contestó que lo había hecho, pero que nadie quiso publicar sus declaraciones. A veces hasta es peor que publiquen tus declaraciones.