Por Juan Malpartida
Hay obras destinadas a estar signadas para siempre por el enigma. La de Arthur Rimbaud (1854-1891) quizás sea, en este sentido, la más emblemática. En su caso, lo que escribió, siendo autónomo en su significado más radical y verdadero, está inextricablemente enlazado a su vida. Una vida dividida en dos periodos: la aparición del genial adolescente en el cielo constelado de la poesía parnasiana y simbolista, y la desaparición del poeta convertido en un aventurero mercachifles y buscador de riqueza en Abisinia.
Rimbaud, reivindicado por los surrealistas de la primera hora, pasó a poseer los dones de la rebeldía antiburguesa y el esplendor más radical de lo poético. Junto con Lautréamont, formaron el dúo adolescente tutelar, la inmediata tradición de un movimiento, el surrealista, que quiso fundarse sobre el presente. Un poco antes, el poeta católico Paul Claudel dijo de Rimbaud que había sido «un místico en estado salvaje».
Desde entonces, en realidad, desde Verlaine, su amigo de aventuras parisinas y londinenses, hasta el día de hoy, el autor de Iluminaciones no ha dejado de inquietar. Sobre su vida y obra se han publicado miles de libros, tesis y tesinas, desde los específicamente literarios, como el del poeta Ives Bonnefoy, hasta la reciente biografía, exhaustiva, henchida de documentos, de Jean-Jacques Lefrère, autor además de la edición monumental de la correspondencia del autor de Una temporada en el infierno.
El enigma
Rimbaud o la modernidad, Rimbaud o el iluminado, el homosexual, el políglota, el viajero, el genio, el rebelde, el comunista, el explorador, el poeta que renunció a los diecinueve años a la poesía para lanzarse a una correría comercial en África, de la cual volvió para morir en Marsella, víctima de un tumor en la pierna derecha y convertido al cristianismo, según la interesada biografía de su hermana Isabelle, remachada por su marido Paul Berrichon. Rimbaud o el enigma. Lo oscuro en él (su biografía y lo raro de su temprano y deslumbrante talento) ha sido tan productivo como lo evidente: la fuerza de su mundo poético. Un corazón bajo una sotana. Intimidades de un seminarista es un texto en clave escrito por Rimbaud en 1869, cuanto contaba quince años. Fue publicado parcialmente en 1924 (ya muerta Isabelle) por André Breton y Louis Aragon.
Obra en clave
Esta obra, presentada a su profesor, cuenta la anécdota de un seminarista adolescente, Léonard, que se enamora de una joven, Timothée Labinette, compone versos, sinceros, pero heréticos, a la Virgen embarazada, y todo ello suscita bromas y burlas. No forma parte de lo mejor suyo, pero tiene interés por las claves que, desde los años setenta del siglo XX, fueron señaladas por los estudiosos. Esta redacción contendría desde un ataque a Napoleón III, hasta revelaciones indirectas relativas a la crisis existencial y literaria que estaba a punto de desencadenarse en él. La estancia en el colegio de Charlesville fue determinante, entre otras cosas por la influencia de un joven profesor, Georges Izambard, republicano y antibonapartista, que le dio a leer a los poetas parnasianos (Banville, Verlaine).
Mauro Armiño, buen conocedor de la obra de Rimbaud y de la literatura francesa en general, como es bien sabido por sus numerosas traducciones e introducciones, ha editado este texto seminal, en edición bilingüe, con una extensa y erudita introducción donde nos desvela sus secretos sexuales, literarios y políticos.
Retrato burlesco de la vida escolar de su tiempo, donde recrea la fetidez de las aulas, las flatulencias y onanismos de los escolares, las peleas, en una época que no era «tan rigurosa -escribe Armiño- a la hora de separar las “partes nobles de las partes bajas” de la naturaleza humana, ni sometía la pedofilia al mismo juicio moral y penal que hoy día; de ahí el retrato espontáneo de un ambiente regido por la sordidez».
Burla de Lamartine
Un corazón (pene en la lectura en clave) tiene que ver con Rabelais y Beaumarchais, al tiempo que es una burla de Lamartine. La lectura histórica, llevada a cabo por Steve Murphy, y que Armiño cita en su rastreo de los estudios que ha merecido este texto de la adolescencia de Rimbaud, se centra en las alusiones a Napoleón III y a su hijo, el príncipe imperial. Por otro lado, hay numerosos reflejos, aspectos difusos de la vida escolar e ideas políticas y morales del Rimbaud en su personaje, Léonard.
En esta misma época compuso poemas como «Les Éntrennes des orphelins», «Les Châtiment de Tartufo», «Venus Anadyomène», y otros. Lo que vendría inmediatamente («Carta del vidente», Una temporada en el infierno) fue una veloz constelación poética cuyo trazo sigue vivo en el imaginario poético de muchas lenguas.
Juan Malpartida
ABC Cultural, 19/02/2011
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