Un editor en la Feria del Libro de Madrid

La 71ª Feria del Libro de Madrid ha terminado. Fórcola se ha estrenado como editorial participante, y a este editor veterano/novato en las lides de la feria en el parque del Retiro (mi primera feria fue en 1994, y desde entonces he «hecho» la feria todos los años, de forma casi ininterrumpida hasta ahora, tanto en librerías como en editoriales), le gustaría compartir con ustedes algunas reflexiones. No sobre la Feria en sí (su esencia, razón de ser o futuro): acabaron los tiempos en los que este bloguero paradigmático reflexionaba florete en mano batiéndose con molinos o gigantes. Creo que en ese sentido poco puedo aportar ya, y es a otros a quienes corresponde este cometido.

 

Para Javier Fórcola se cumplió un sueño. Una llave (que cierra, pero también abre); una llave con número (objeto de deseo durante años, sueño hecho realidad). La llave y el número de nuestra caseta en la Feria del Libro de Madrid. Durante estos días de feria, he tenido ocasión de compartir mi experiencia en las redes sociales, en Facebook y en Twitter. Hoy quiero dejar por escrito algún que otro comentario, alguna reflexión, alguna conclusión.

 

Mi experiencia en la feria como editor comienza quince días antes de la inauguración. La primera decisión que tuve que tomar no era baladí. ¿Cuántos y qué libros llevar? Como en toda toma de decisiones, el pensamiento estratégico se impuso. Fórcola es una editorial de catálogo, con vocación de fondo, por lo que, aunque las novedades estarían destacadas, la presencia y visibilidad de nuestro catálogo (independientemente del número de títulos), dependería de mi habilidad a la hora de exponer y contar nuestros libros. Aquí hay una clave que retomaré más adelante.

 

Diferenciarse: creo que esa es la herramienta estratégica más importante para un editor en la FLM. Contamos con varios obstáculos que dificultan la tarea: uno estético o formal; otro mediático o dinámico. El obstáculo estético: todas las casetas de la FLM formalmente son iguales. Tan solo hay dos diferencias, apenas perceptibles para el visitante: el largo de las casetas varía, y las editoriales, librerías, y distribuidores se distinguen por colores (aún es el año en que la mayoría de los visitantes no se aclara con este código). En ese largo tren de más de 350 casetas, un sello editorial como Fórcola tiene muy complicado llamar la atención. El obstáculo dinámico: o mediático, que tiene que ver con la capacidad de generar tráfico a la caseta, que en la mayoría de los casos (tanto en librerías como en editoriales), viene vehiculado por las firmas-reclamo de autores literarios de éxito. Para un pequeño editor, dedicado al ensayo y la no ficción, cuya presencia en medios siempre es compleja y complicada, el reclamo de sus autores, por muy interesantes que sean sus libros, viene condicionado por la estadística y las probabilidades (ciertamente desfavorables).

 

Entonces: ¿cómo diferenciarse? ¿Cómo puede diferenciarse estéticamente un pequeño editor en la FLM, y cómo puede generar tráfico a su caseta? Algún editor avispado utiliza «trucos» que atentan ostensiblemente contra el estricto reglamento de la Feria. Todos los años se repiten estos casos, y es lamentable que sigan ocurriendo. Desde el truco del «hombre-anuncio» que recorre la feria leyendo en voz alta o boceando las bondades de un libro, hasta la cartelería kitsch que en un descuido de los organizadores se coloca malintencionadamente delante de la caseta como reclamo para ingenuos y regios visitantes. Es la picaresca de la feria, cuyo objetivo es llamar la atención en un mar revuelto y confuso de libros, y cuya única motivación es monetaria: convertir la mirada fugaz en compra. Frente a los caseteros cazadores (que tiran a matar), mi posicionamiento en la feria ha sido, en cambio, la del pescador: el juego paciente con el sedal y el cebo se convierte casi en un arte.

Por lo demás, ya que esta edición de la FLM estaba dedicada a Italia, en la caseta 156 desplegamos el pabellón veneciano, rindiendo un homenaje a alguno de los iconos culturales de la Serenísima.

Las personas que vinieron a vernos pudieron ver, por ejemplo, estas dos auténticas máscaras de Carnaval, procedentes de Ca’ del Sol, una de los artesanos venecianos de más prestigio.

 

 

Un elemento novedoso para mí, y determinante en la planificación de esta feria, fue el hecho de que Fórcola compartía una caseta de tres metros con otras tres editoriales: Ediciones Antígona, Bercimuel y Creaciones Vincent Gabrielle. Digamos que el espacio no sobraba, y que había que pensar muy bien en cómo amortizarlo. Por lo demás, si ya es complejo lidiar con la competencia de otras 355 casetas, tener al «enemigo-competidor» en casa (caseta), a priori hace que la venta sea más difícil, y dificulta en principio el acceso o contacto visual del cliente con nuestros libros, incluso la posible y deseable conversación de nosotros con el cliente.

Calculen ustedes lo que tarda un ojo inquieto en movimiento en recorrer un metro lineal de libros (o sea, 7 títulos, como máximo). Añadan a estos que esos libros comparten espacio con otros de otras tres editoriales, en una misma caseta.

Cuenten además con los reclamos visuales en movimiento, y con los incansables mensajes por megafonía. Con todo ello, la feria se convierte en una jaula de grillos, y los títulos forcolianos, por muy llamativas que sean sus cubiertas (magníficamente diseñadas por Silvano Gozzer), naufragan una y otra vez en la indiferencia de y en la invisibilidad para los visitantes (compradores o no).

 

Contra todo pronóstico, una de las experiencias más gratificantes de esta feria ha sido precisamente aprender a compartir, no solo el espacio, sino los clientes, entre nosotros. Javier Fórcola estuvo acompañado por María Siguero, de Bercimuel; Azucena Merino, de CVG; e Isaac Juncos, Ignacio Pajón y Concha López, de Ediciones Antígona. La convivencia diaria de varias personas de distintas empresas en un espacio reducido, la camaradería entre nosotros, la solidaridad en los pequeños detalles, la generosidad en otros (no han faltado deliciosos aperitivos caseros), el sentido del humor, y hasta la complicidad a la hora de hablar con los clientes, han hecho posible el milagro. Tan distintas, las seis personas, por su militancia y apoyo mutuo, estas cuatro editoriales independientes hemos convertido la caseta 156, offline y online, en una caseta distinta, en un lugar de encuentro, en una pequeña comunidad emocional, que ha dado sus frutos en términos empresariales.

 

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Antígona y Fórcola en particular hemos sabido dinamizar esa comunidad emocional en torno a nuestras respectivas editoriales, desarrollando una intensa actividad online como feriantes, de tal forma que la caseta virtual 156 ha tenido su particular público y sus seguidores.  Apenas comenzada la feria, Marta Caballero nos entrevistó en conversación junto a Concha López Piña, de la editorial Antígona. El vídeo, en el que dialogamos entre nosotros sobre la experiencia de dos editoriales independientes en la FLM, apareció publicado en el portal de elcultural.es, junto a otros testimonios de colegas, autores, editores y libreros.

 

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La visita de mi buen amigo Pablo Odell, de Pensódromo 21, propició no solo una larga conversación sobre libros, lecturas y reflexiones editoriales, además de una agradable cena con maese Silvano Gozzer y maese Martín Gómez, sino que fructificó en este vídeo, gracias a la generosidad de Pablo, donde el editor forcoliano explica su razón de ser.

 

Retomo aquí un hilo que dejé atrás, sobre cómo participar en la FLM, cómo diferenciarse, en definitiva, cómo vender, para un editor de las características de Fórcola. Una cosa es exponer, y otra vender un libro. En una grata conversación con una librera casetera, ésta me comentaba que para un librero el 40% de las ventas de la feria vienen determinadas por el lugar que se ocupa (arriba, abajo, sol, sombra); el otro 40% por las firmas; y el 20% restante por la recomendación. Lo que diferencia a un editor como Fórcola en la FLM se intuye precisamente aquí: en una climatología benigna como la que hemos disfrutado este año, el lugar no ha sido tan determinante, aunque en nuestro caso la ubicación ha sido buena. Nuestras firmas no han tenido un reclamo comparable a otras (todas las comparaciones son odiosas, sobre todo si comparamos limones con sandías).

Fórcola ha convocado a varios de sus autores, que generosamente han dedicado su energía y su tiempo, con la mejor de sus sonrisas, a charlar con los visitantes que recalaron en la caseta 156, sonrisa que no perdieron independientemente de los libros que firmaron o se quedaron sin vender. No faltaron Remedios Zafra, Amelia Pérez de Villar, Reina Roffé, José Manuel Lucía Megías, Jesús Marchamalo, Eduardo Martínez de Pisón ni Javier Cacho. Todos ellos nos propiciaron momentos cómplices con lectores y amigos, y todos ellos me han confirmado que la experiencia (para algunos su primera vez en la FLM) ha sido muy gratificante.

 

Lo determinante para un editor como Fórcola, por tanto, ha sido la recomendación. El arte paciente del pescador que usa un buen cebo y maneja con soltura el sedal. Se trata de pescar, no nos engañemos, de llenar el cesto de pescados, no de peces. Es decir, de vender. En un metro, en apenas unos segundos, hay que captar la atención de un posible cliente, abordarle con tacto, presentarle la editorial, hacerle recalar su atención en un libro, dos como máximo, y mediante una argumentación razonable y razonada, contarle las excelencias de un libro que, estamos seguros, le gustará y le hará feliz.

Para Fórcola no hay lugar a dudas: éste es nuestro campo de juego, nuestro reto es la excelencia. No solo a la hora de editar, sino a la hora de contactar con el público. Eso implica diferenciarse. No se trata de ser los mejores, sino de hacer lo mejor que cada uno sabe hacer. Y de saber transmitir el mensaje. En definitiva, estoy convencido que ése es el color diferente y diferenciado por el que los clientes visitantes de la FLM nos han reconocido y volverán a buscarnos en la próxima edición de la FLM, en el Retiro.

 

Final de feria del Libro. Sí, caras sonrientes, marcando la diferencia. Hoy, todo nuestro cariño y esta sonrisa, que ejemplifica el otro rostro de la Feria. Para Antígona y Fórcola, las dos editoriales novatas en la FLM, la experiencia compartida mano a mano ha sido muy positiva y enriquecedora. Tanto, que el año que viene repetiremos juntos.

Gracias a todos los autores que han estado con nosotros firmando sus libros; gracias a todos los compradores que ya están leyendo alguno de los libros que hemos editado; gracias a todos los curiosos que se han acercado a conocernos y se han llevado nuestros catálogos.

El año que viene, más. Brindemos por ello, con una botella de Moët.

2 comentarios en “Un editor en la Feria del Libro de Madrid”

  1. María José de Acuña

    Y no te olvides de la comunidad de seguidores que tiene Fórcola que son “a prueba de feria”.

    ¡Felicidades!

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