Un mundo sin librerías
Estamos viviendo algo que no habíamos vivido nunca, ya no solo como individuos, sino como sociedad. A los altos niveles de incertidumbre, escenario que hemos vivido ya los pequeños editores que nacimos con la crisis de 2008, se añade el cierre de las librerías (pero no las tintorerías). Una vez que vuelvan a abrir, los expertos están valorando cuáles van a ser las consecuencias de una frenada del consumo de semejantes características. Pero sobre todo, a todo esto se añade ahora el miedo, que parece instalarse y crecer a cada golpe (des)informativo, a cada nueva estadística, a cada nuevo y desilusionante discurso-mitin de nuestros políticos.
Nos quieren instalar en el miedo, y parece que lo están consiguiendo. Y lo intentamos combatir de mil maneras, cada uno según sus posibilidades, incluso saliendo a las 20:00 al balcón a aplaudir. Y saltan las campanas de duelo cuando muere una famosa con pelo azul, mientras cientos de personas anónimas, sin nombre ni apellido, sin libertad, sin un mísero responso por su alma, circulan en silencio camino de la morgue, porque nadie les aplaude (y ahora pienso en el hermano de mi amigo Rafael, quien tuvo que llamar a su madre nonagenaria para comunicarle la noticia; o en el padre de mi amiga Fabienne, que ha muerto solo a 800 kilómetros de su hija).
El #quedateencasa, bajo la amenaza de ser señalado (multado o detenido) como insolidario, irresponsable o egoísta, y en un universo virtual mediático y emocional construido sobre la parafernalia barroca de lo políticamente correcto (para entendernos, el «buenismo»), tiene hundidos sus cimientos precisamente en eso: en el miedo. Una de las consecuencias del miedo, inmediata, es que nos bloquea: emocional e intelectualmente. Realmente el miedo no es malo, es un mecanismo emocional de defensa ante un medio hostil, que nos pone en estado de alerta. Pero estamos desquiciados ante el bombardeo diario (les recomiendo apagar el televisor).
Y eso nos impide… pensar. Y sobre todo… imaginar. Y la imaginación es el oxígeno de la esperanza. Soy incapaz de imaginar un mundo sin librerías. Ya no solo porque soy editor, pequeño editor, y sin ellas no podré sobrevivir. Soy incapaz de soñar mi ciudad sin las librerías que visito, como flâneur urbanita, todas las semanas. Se lo puedo asegurar: mi biblioteca tiene miles de libros, muchos sin leer. Tengo libros por leer para tres vidas. Pero me resultaría muy difícil vivir en una ciudad, en un país, en un mundo… sin librerías.
Como la imaginación se instala en el deseo… Como imaginar es el paso previo a la esperanza… Como soy incapaz de imaginar un mundo sin librerías… desde hoy les invito a visitar nuestra página web. Cada uno de nuestros libros está enlazado a la plataforma Todostuslibros.com, donde vienen indicadas y enlazadas todas las librerías independientes donde está cada uno de nuestros libros. Elijan cualquiera de ellos, busquen la librería donde quieren comprarlo, y pónganse a soñar cómo será ese día, el Día de la Liberación, y cómo será ir a esa librería y pedir ese libro a su librero.
No solo comprarán un libro de Fórcola: salvarán una librería. Aunque solo sea por eso, imaginen, y serán libres. Aunque solo sea por esto: como un acto de amor