Miguel Pérez Pichel/ El Debate, domingo 9 de noviembre de 2025
El catedrático y colaborador de El Debate firma el prólogo del libro El mundo según Camba: «Los columnistas de hoy pueden aprender de Camba a escribir bien»
Que Julio Camba ha sido uno de los columnistas más inteligentes, audaces y de pluma más afilada del periodismo español está fuera de duda.
Junto con otros grandes del columnismo español, como José Pla, Camba instauró una nueva forma de escribir artículos de opinión.

En sus muchos artículos, recogidos en múltiples publicaciones de antologías (Mis páginas mejores, Ni Fuh ni Fah, La casa de Lúculo, Sobre casi todo, Sobre casi nada…) muestra un estilo periodístico directo, sin artificios ni barroquismos, una escritura sencilla en lo formal, pero de gran agudeza e ingenio en el fondo, atravesada por una fina ironía gallega que todavía hoy sigue creando escuela.
Fórcola presenta ahora un nuevo compendio de textos de Camba seleccionados por el editor Francisco Javier Jiménez Rubio y estructurado en forma de diccionario, de «diccionario literario y sentimental» para ser exactos.
El libro, fruto de una ardua labor de lectura, selección y edición, cuenta con prólogo del catedrático de Literatura y colaborador de El Debate, Andrés Amorós, quien destacó la actualidad de la obra de Camba.
En una conversación con El Debate, Andrés Amorós explicó que «Camba era todo un personaje. Era singular, extraordinario… La gente suele compararlo con los grandes: con Chaves Nogales, sobre todo con Pla, con Gaziel…».
Camba, señala Amorós, «tenía una agudeza de visión que se demuestra en sus amigos, que lo adoraban: gente como Ortega, Marañón, Pérez de Ayala, Valle-Inclán, Sebastián Miranda, Juan Belmonte… Ya me gustaría que opinaran bien de mí gente así».
«Para que te respeten Ortega, Valle Inclán o Pérez de Ayala», añadió, «hace falta ser listo, pero no ser pedante. La gente dice que era conservador, bueno, en unas cosas sí, en otras no».
Del peculiar carácter de Camba, por ejemplo, destaca el hecho de que «odiaba el teléfono, porque, decía: estás tú tan tranquilo, con tus amigos, y llega un impertinente y te fastidia, te interrumpe. Imagina lo que diría ahora de los móviles».
Camba se encierra a partir de 1949 en la habitación 383 del Hotel Palace de Madrid, donde forjará la leyenda de «el solitario del Palace», un rasgo más de su originalidad.
Esa personalidad la explica Andrés Amorós al compararlo con Pla: «José Pla es catalán, un cazurro payés…, y Camba es un gallego retorcido, complicado, listo… Son muy distintos, pero los dos tienen una cosa que a mí me encanta: el odio a la retórica».
«A mí me molesta mucho, en literatura y en periodismo, leer una página y pensar: ¿qué ha dicho?: ¡nada! Todo retórica, adjetivos».
«Tanto Pla como Camba no quieren nada de eso», insiste, «desarrollan un estilo muy a ras de tierra, muy de sentido común, para un lector medio no especializado, pero inteligente. Cambia dice las cosas de verdad, como las ve él, sin ‘hinchar el perro’».
Además, «Camba tenía mucho ingenio. Se salía de los tópicos. Muchas veces te sorprende con las paradojas, y por eso se le compara mucho con Chesterton».
«Tiene algo que te hace pensar, que te hace plantearte las cosas. Como Chesterton. Puedes no estar de acuerdo con todo, pero te hace pensar en que lo que tú creías como una verdad consolidada y firme, tal vez no es tan seguro».
Decía: «‘En qué se diferencia un hombre educado de un salvaje. En que la persona culta, educada, refinada lleva bolsillos’. La elegancia como forma de educación. Las formas son importantes. ¡Lo que diría Camba del mundo actual! A Camba le molestan los pedantes, le molestan los snobs. Le molesta la estupidez humana, la tontería. No lo soporta. Pero, a la vez, está muy abierto a Europa. Fue corresponsal en Londres, en París, en Alemania…».
Otro rasgo de la personalidad de Camba es su universalidad y su rechazo del nacionalismo: «Camba es gallego, muy gallego, con carácter gallego, pero no es nacionalista. En absoluto. ‘Yo soy universal’, decía. Se siente gallego, se siente español, pero no tiene un nacionalismo barato. Ama a su pueblo, ama Galicia, pero no es nacionalista».
Amorós añade: «Hoy miras a tu alrededor y ves, en el País Vasco, que en la Universidad el departamento de euskera es, por lo menos, tan grande como el de español. Y eso supone sueldos, becas, ayudas… Pero es que, mira el bable, se inventan el bable y generan departamentos, puestos… Es una forma de sacar dinero. Y Camba, que es listísimo, te está diciendo que todo eso es un camelo».
De este «diccionario literario y sentimental» publicado bajo el título de El mundo según Camba resalta que la idea surgió al detectar que «hay un problema para conocer la obra de Camba y es que tiene muchos libros. No es que no vendieran, se vendieron mucho. Pero claro, quién se lee miles de páginas».
«Hay algunas antologías como aquella Mis páginas mejores, pero este libro (El mundo según Camba) tiene un mérito y es lo que ha hecho Javier Jiménez, un diccionario. Es decir, no incluye artículos completos, sino que va recortando y pegando, como se hace en Francia con Proust y los más grandes. Se busca, sobre temas importantes, el cachito de cada artículo donde habla de eso y se selecciona. Es una especia de mosaico, de tapiz».
¿Y qué pueden aprender los columnistas de hoy de Julio Camba? Amorós lo tiene claro: «Los columnistas de hoy pueden aprender de Camba a escribir bien. Primero, a salirse de los tópicos. ¿Por qué escribe bien Camba? Porque ve las cosas de una manera original que te sorprende, y luego las expresa muy bien, de forma muy concisa, sin retórica vacía. No sobra nada. Es una unión de cabeza y pluma».

