El editor madrileño se abre paso buscando la calidad de los textos y ofreciendo un catálogo al lector repleto de joyas
En tiempos de globalización, de fusiones, compras y ventas en el mundo editorial, existen y aguantan pequeñas aldeas del conocimiento (como la famosa aldea de irreductibles galos creada por Uderzo y Goscinny) que resisten ante la declarada «dictadura de la novedad editorial». Ese es el caso de Fórcola ediciones. Fundada y dirigida por el editor, escritor, y librero Javier Jiménez (Madrid, 1970), con una experiencia de más de veinte años, tanto en librerías como en editoriales, aporta al panorama de la edición española, calidad para crear buenos lectores. Desde los libros de ensayo que están relacionados con la cultura y la sociedad, hasta la narrativa ensayística. Aporta textos de humanidades, perdurables en el tiempo. En un periodo como el actual en los que la reflexión y el conocimiento de las cosas son fundamentales, por lo que hacen de Fórcola ser un valor necesario e imprescindible en el panorama editorial actual.
¿Siempre quiso ser editor?
Podría decirse que lo mío con la tinta, el libro y la edición debe ser genético. Mi infancia no son recuerdos de un patio de Sevilla, sino de noches de olor a ácido cético, nitrato de celulosa, revelador y fijador fotográficos. Y me explico: mi padre era fotógrafo. Aunque su profesión, desde adolescente (tanto o más como el joven Barea de La forja de un rebelde), fue la de bancario (que no banquero), su verdadera pasión desde que tuvo un duro en el bolsillo fue la fotografía. Aquellos negativos –ya puestos a secar en el baño, tras manipular los carretes en la bolsa negra, colgados con pinzas de madera de la ropa a la barra de la cortina de la bañera, ya no blanca, sino amarilla y casi marrón, quemada por los ácidos fotográficos de mi padre, para desesperación de mi madre–, eran oportunidad de conocer «la otra vida» de mi padre, esa pasión que tenía tanto de oficio. Quizá su vocación respondía a una rebelión contra «el padre», su padre, mi abuelo Dionisio, que era linotipista de imprenta en Escelicer, la imprenta y editorial de los hermanos Álvarez Quintero en la calle Canarias de Madrid. Ya ven: abuelo imprentero, padre fotógrafo, nieto editor.