Alfredo Valenzuela / La Vanguardia-EFE, 16 de agosto de 2023
Garibaldi le dedicó su último aliento, fue escenario de las gestas de d’Annunzio y tribuna de Mussolini, mientras que Verne y Joyce reflejaron su espíritu como encrucijada cultural, por lo que el editor Javier Jiménez le ha dedicado una amplia y erudita semblanza cultural que retrata la ciudad de Trieste como “crisol de todas las Europas”.
“Por su carácter cosmopolita y su privilegiado emplazamiento, ha sido durante siglos un cruce de caminos entre el norte y el sur de Europa, una encrucijada donde han confluido las diversas culturas y religiones del Mediterráneo, un crisol de lenguas del que dieron cuenta tanto Verne como Joyce”, ha dicho a EFE el autor de “Desvío a Trieste” (Fórcola), para añadir:
“Sin abandonar su singularidad, denominada ‘triestinidad’, en Trieste se dieron cita la vanguardia futurista, la primera sucursal psicoanalítica, se estrenaron óperas, o se pergeñó el Canal de Suez; fue exilio de artistas y escritores de toda Europa, y la disputa por su dominio ha sido fuente de conflicto durante todo el siglo XX”.
Jiménez también ha recordado que desde esta ciudad, “a la que dedicó su último aliento Garibaldi”, Mussolini “proclamó su ambición de imperio racial”, y que “entre sus escritores, de los que la ciudad honra su memoria en placas, calles y monumentos, destacan figuras como Italo Svevo o Claudio Magris, en los que sobresale una idea y vocación europeísta”.
DEVOCIÓN POR VENECIA
Jiménez llegó a Trieste por su devoción por Venecia, pero encontró en esta ciudad “una idea de Europa, cosmopolita, liberal y multicultural; la ciudad menos italiana de Italia fue el único puerto que conectó el Imperio Austrohúngaro al mundo, de El Cairo a Singapur, y representó además los ideales de una burguesía culta, que durante el día se dedicaba a los negocios y por la noche hablaba de arte, literatura, música y psicoanálisis en sus cafés del más puro estilo vienés”.
“Jano bifronte, Trieste tiene de Venecia su vocación mediterránea, y de Viena su esencia europea, sin perder por ello su singularidad, lo que Magris denomina ‘triestinidad’”, ha añadido el autor, quien confiesa amar a Venecia aunque en el pórtico de su libro incluye la cita de Svevo: “Nadie puede amar sinceramente lo verdadero y lo bueno si no aborrece a la multitud”.
“Venecia, desde hace siglos un género literario en sí mismo, es una ilusión, un tópico en el imaginario colectivo, que sobrevive gracias a la repetición hasta la saciedad de sus lugares comunes, de aquellos iconos que conocemos como ‘vedute’ -antecedente de nuestras actuales postales-“.
Estas vistas ya las fijaron en sus retinas Goethe, Henry James, el barón Corvo o Ezra Pound, ha recordado Jiménez para matizar que: “hay muchas Venecias, como supo ver con maestría Paul Morand”.
“La distinta relación que uno puede mantener con la ciudad de Canaletto, Veronés, Tintoretto o Vivaldi viene marcada por la distancia abismal que existe entre el turista y el viajero. Es inevitable sentirse turista en Venecia; el reto, cada vez más difícil, es perderse por sus ‘campi’, lejos de la senda de los elefantes, para dejarse deslumbrar con los ojos del viajero por lo imprevisto”.
EL PEOR ENEMIGO DE EUROPA
A la pregunta de ¿cuál es hoy el peor enemigo de Europa?, el autor responde:
“Posiblemente la nostalgia, lo que denota una incapacidad de imaginarse un futuro e, inevitablemente, ilusionarse con él, como diría Julián Marías. Europa vive literalmente de su pasado, y lo explota comercialmente como si fuese un Museo. Si no somos capaces de vivir sus ideales, si se han cristalizado en monumentos del pasado, el alma de Europa ha muerto”.
Mauricio Wiesenthal es uno de los autores más citados en “Desvío a Trieste” porque -ha señalado- “afirma, y estoy con él, que todo viaje que merezca la pena nace y termina en la literatura”.
También menciona Jiménez “como fuente de inspiración” a Claudio Magris, Paul Morand o Stefan Zweig, “todos ellos amantes de una idea de la cultura, como fuente insoslayable de sentido; sin cultura, Europa no sería lo que llegó a ser, sin cultura seremos pasto de lo superfluo, de lo efímero, y tropezaremos en el peor pecado que una sociedad puede cometer, como ya supo detectar Ortega y Gasset: el adanismo”.
Sobre el hecho de editar su propio libro, el director de Fórcola ha dicho: “En esto no soy más original que Carlos Barral, Roberto Calasso, Jaume Vallcorba o Jacobo Siruela”. “Tras años de ejercer como editor, llevando adelante un sello editorial de marcada vocación cultural, sentí la necesidad de compartir con el lector lo que he recibido gracias al magisterio de otros. “Desvío a Trieste” no podía ser editado sino en Fórcola, donde se ha gestado y donde cobra sentido. En definitiva, por coherencia, por honradez, por militancia”.