Elegir ver el paisaje

Antonio Calvo Roy/ AECC, 8 de junio de 2023

Como el personaje de Eloísa está debajo de un almendro, de Jardiel Poncela, que cada noche hacía un viaje en tren sin salir de su cama y durante el cual el mayordomo ponía fotos de las ciudades, el último libro de Eduardo Martínez de Pisón nos permite ver infinidad de paisajes, los “llanos, sierras, montañas, bosques, ríos, desiertos, volcanes, campos y ciudades” que tan bien conoce; y, también, podemos hacerlo sin salir de casa porque, como siempre, Eduardo Martínez de Pisón nos invita a elegir ver el paisaje.

Su último libro, Atlas literario de la Tierra, nos lleva, sin salir de su biblioteca, al mundo, a su mundo, con exquisito gusto artístico y con profunda pasión por la naturaleza. Refleja bien ese gusto y esa pasión la cita del vulcanólogo Haroun Tazieff que recoge Martínez de Pisón y que, seguro, suscribe: “Soy de ese tipo de gentes a las que los paisajes vuelven dichosos, con tal de que tengan alguna belleza. Dicha siempre renovada y siempre también inocentemente cándida.”

Nos presenta el autor el paisaje como un escalón superior al territorio, porque “lograr ver un territorio como paisaje corresponde a un nivel de civilización. La esfera conceptual completa del paisaje integra en geografía esta condición porque todo lugar comprendido culturalmente se manifiesta como paisaje. La cultura impregna el lugar y permite su comprensión como paisaje.” Igual que las narraciones de Martínez de Pisón derrochan paisaje sus libros derrochan cultura.

Reflexiona también sobre lo imprescindible, o no, del paisaje, trayendo a colación a Hörderlin, cuando se preguntaba “«¿para qué poetas en tiempos de penuria?»”, y que Martínez de Pisón transforma en “«¿para qué paisajes en tiempo de penuria?»”, —y continua— “tras una equívoca apariencia económica y social, esa penuria está referida en realidad a tiempos de una deficitaria actividad intelectual en la que los poetas (o los paisajes) son necesarios y liberadores.” Y más adelante, en palabras de Machado/Mairena/Abel Martín, “«¡Quien fuera diamante puro / —dijo un pepino maduro. / Todo necio / confunde valor y precio.» Hay, en efecto, —continúa Martínez de Pisón— mucho pepino que aspira a diamante y no poco hiperactivo que no ve paisajes sino solares.”

En este viaje sin salir de casa nos cuentan los paisajes muchos de sus escritores de referencia —Machado, Azorín, Delibes, Unamuno, Leopardi, Monod, Hesse, Buzzati, Galdós— en una lista larguísima y deliciosa, en la que, como siempre, el autor mezcla su maravillosa erudición amable y nada pretenciosa con humor y pasión. Su gusto exquisito con su inmenso conocimiento.

Tras haber escrito de grandes viajeros y de grandes geógrafos, de Verne a Tintín, de Eliseo Reclus a Von Humboldt, regresa el autor a los territorios que ha pateado incansable toda su vida, aunque esta vez lo hace uniendo a su voz la voz de muchos porque, como recoge también en los versos de Jacques Prévert, “los paisajes leen a sus escritores”. El índice onomástico de las últimas páginas es también una buena guía de sus aficiones y sus gustos, y allí se ve que abundan las citas de Ortega y Gasset, Chateaubriand, Giner de los Ríos, Goethe, Melville, Poe, Senancour y Shackleton, entre otros muchos.

Tras la guía, las instrucciones de uso de la primera parte, pasa a explicar en la segunda cómo entender el paisaje como emoción, símbolo y pedagogía, para lo que recurre a lugares tan emblemáticos como Soria y Castilla o su Guadarrama, por ejemplo, y a escritores tan vividos por el autor como Ortega y Gasset. Y termina, con la tercera parte, en lugares perdidos y encontrados, del paisaje de pterodáctilo a la cabaña de Thoreau, de la isa de Robinson a la ciudad de Baroja, entre otros muchos escenarios, otros muchos paisajes.

Atlas literario de la Tierra. Paisaje de palabras es, en definitiva, una maravillosa propuesta de viaje sin salir de casa. Si, como asegura el lugar común, cada libro es una ventana, este libro es muchas ventanas, muchas puertas, muchos billetes de tren para viajar sin dejar de mirar por la ventanilla: por delante pasarán todos los paisajes.

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