Juicio a un colaboracionista

Alfa y Omega/ Ricardo Ruiz de la Serna, 17 de abril de 2025

Fórcola, que edita selectos y elegantes libros de humanidades, acaba de publicar El caso Brasilach. La Francia collabo ante el espejo, de la profesora estadounidense Alice Kaplan. Dedicada durante muchos años a la historia y la literatura francesas, Kaplan nos brinda ahora un relato del juicio al que quizás sea, junto a Louis-Ferdinand Céline (1894-1961) y Lucien Rebatet (1903-1972), el principal escritor colaboracionista: Robert Brasillach (1909-1945). Condenado a muerte y ejecutado a los pocos meses de la Liberación de Francia, su fusilamiento tuvo algo de expiación colectiva para una Francia desgarrada entre la resistencia, la colaboración y los intentos de sobrevivir a la ocupación alemana. Kaplan parte del juicio para retratar la tragedia, contradicciones y dilemas de un país fracturado. 

Con prólogo de Juan Manuel de Prada, el libro incluye notas, bibliografía y un utilísimo índice onomástico. Se lee como si fuese más un thriller judicial que un ensayo de historia erudito. No se acusó a Brasillach por sus poemas, como apunta el abogado defensor anticipándose a las objeciones del fiscal, sino por «inteligencia con el enemigo» a través de sus textos y, en general, de su actividad propagandística en favor de la Alemania nazi.

Así, el libro abre la puerta a muchas reflexiones y debates acerca de la libertad de expresión, la creación literaria y la labor de los intelectuales dedicados a la vida pública. Sin embargo, hay otro nivel de lectura que tal vez resulte más doloroso: la pregunta sobre la coherencia de aquellos que juzgaron a Brasillach. En un momento de su informe, el abogado defensor hace una observación certera: «Señor fiscal del Estado, me veo obligado a dirigirme a usted y decirle: usted ha pedido para Robert Brasillach la pena de muerte como consecuencia de sus artículos en Je Suis Partout, y el juez supremo para juzgar las causas por traición, un hombre elegido por encima de los demás, declaró tras conceder una entrevista a Je Suis Partout: “Aprecio a Robert Brasillach y su semanario”. Señor fiscal, tendrá usted que elegir».

Otro asunto punzante es el de aquellos que salvaron la vida durante la ocupación gracias a Brasillach, al que ahora juzgan. Lo indica el propio autor en una carta que cita Kaplan: «Hice lo que creía correcto durante cuatro años; además, tendrán que admitir que era lo correcto pues lo que hice permitió que otros pudieran vivir». ¿Haber salvado vidas justifica haber condenado a otros de palabra y por escrito? ¿Cuáles son los límites y las responsabilidades de la libertad de expresión? El lector podría reflexionar sobre todo esto mientras lee las páginas de este magnífico libro.

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