En las pasadas semanas hemos tenido ocasión de presentar el libro Hijos de Babel: Reflexiones sobre el oficio de traductor en el siglo XXI, en dos de las sedes de la librería La Central, en Madrid (La Central de Callao) y en Barcelona (La Central de Mallorca).
En sendas presentaciones, hemos contado con anfitriones de lujo: los escritores y críticos literarios Patricio Pron y Sergi Bellver. Y por supuesto, hemos tenido la suerte de contar con gran parte del equipo de traductores que han hecho posible este singular ensayo coral, que surge como un intento de reflexionar sobre el oficio de traductor y como un alegato en favor del reconocimiento a «un trabajo intelectual de primer orden.
En la presentación en Madrid contamos con la presencia de Lucía Sesma, Amelia Pérez de Villar, Paula Caballero y Pablo Sanguinetti. En La presentación en Barcelona nos acompañaron David Paradela, Eduardo Moga, Marina Bornas y Eduardo Iriarte.
En sendas presentaciones, nuestros anfitriones dialogaron con los autores sobre distintos aspectos de la traducción, de su manera de entenderla como oficio artesano o arte de la palabra, sobre las dificultades a las que se enfrentan al ejercerlo diariamente, sobre su relación con otros traductores, sobre el reconocimiento a su profesión en la sociedad, sobre la estética, la ética y la política que trasluce tras este humilde oficio, etc.
Con una amplia afluencia de público en sendas presentaciones, la repercusión del libro en las redes y en la blogosfera ha sido inmediata. De la publicación del libro han dado cuenta ya el propio Patricio Pron (14 formas de pasar desapercibido), José Antonio Taravillo (Acierto pleno), Aida González del Álamo (Los traductores fantasmas), y el blog WeTav (Presentación del libro «Hijos de Babel»). A todos ellos gracias por su apoyo y sus comentarios.
Al hilo de algunas de las reflexiones que se comentaron en las dos presentaciones, y destiladas de los catorce artículos que componen el libro, enumero estas 15 ideas en torno al oficio de traductor, que sirven como posible resumen o crónica telegráfica de lo que se habló tanto en Madrid como en Barcelona. Serían a modo de 15 identidades posibles del traductor.
- Traductor «alpinista»: El traductor puede abrir sendas para culminar montañas nunca conquistadas; otros prefieren seguir sendas anteriores o abrir nuevos caminos, bien para retraducir, bien para versionar, pero siempre intentando superar las cotas de traducción anteriores.
- Traductor «mago»: El traductor realiza ejercicio de prestidigitación con el original, de tal manera que el texto resultante no deja de ser un artefacto lleno de licencias, trucos y pactos con el lector.
- Traductor «pescador»: El traductor realiza un trabajo artesano y delicado, que, como en la pesca de caña, requiere grandes dosis de paciencia y una constante toma de decisiones.
- Traductor «amante infiel»: El traductor trata por todos los medios de mantener su fidelidad al original, pero pronto se da cuenta que su empeño es mera ilusión o tarea imposible, por lo que no descarta en sus usos amorosos el recurso a los parecidos, similitudes y semejanzas razonables.
- Traductor «farero»: El traductor busca iluminar los textos que traduce, buscando la palabra exacta, en un ejercicio de coherencia, persiguiendo lograr la credibilidad del texto.
- Traductor «viajero»: El traductor es un viajero, no un simple turista; prepara sus viajes a tierras desconocidas con rigor, y se documenta para conocer mejor la cultura y la historia de los textos en los que se adentra.
- Traductor «honesto»: El traductor busca que la honestidad presida su labor, siempre atento al punto de vista cultural, evitando anacronismos y prejuicios culturales respecto al contexto original en el que se enmarca la obra a traducir.
- Traductor «escritor»: El traductor se ocupa sobre todo del resultado final del texto traducido. Su tarea se revela como una «operación literaria» que convierte al traductor en escritor, y transforma la traducción en re-escritura.
- Traductor «explorador de lo intraducible»: El traductor se adentra en las geografías de lo intraducible, un territorio entre el secreto y la revelación, donde la lengua oculta o revela.
- Traductor «relojero»: El traductor desmonta un reloj pieza a pieza para limpiarlas y volver a montar con ellas un reloj distinto, pero que dé las mismas horas.
- Traductor «equilibrista»: El traductor, como el enfermo mental, ejerce con pasión su oficio; siente la pulsión de expresarse más allá de la palabra, siempre bordeando y explorando los límites del lenguaje, dejándose a veces la vida en ello.
- Traductor «invisible»: El traductor reorganizar el significado de los textos en otros idiomas para que cumplan los mínimos requisitos para ser entendidas correctamente por el lector del idioma al que se traduce, sin dejar rastro de su trabajo.
- Traductor «cocinero»: El traductor realiza su tarea, penosa a veces, cual arte culinario, y revela su grandeza en los pequeños detalles y en el amor al trabajo. Una tarea que logra su virtud cuando se realiza con placer, y cuya recompensa es el plato bien hecho.
- Traductor «ciclista»: El traductor pedalea sin cesar, nada le detiene para lograr que su trabajo sea exacto, claro y comprensible, y para que el texto fluya con facilidad.
- Traductor «humilde»: En el orden intelectual no cabe faena más humilde; y sin embargo, resulta ser exorbitante (Ortega y Gasset, dixit).