Tintín, un mito del siglo XXI

Por Luis Alberto de Cuenca 

(ABC Cultural, 22/10/2011)

Los veintitrés álbumes de Tintín dibujados y escritos por el belga Georges Remi, alias Hergé (1907-1983) son un bien cultural de valor incalculable que el siglo XX legó a la posteridad. En el terreno de la plástica infantil y juvenil sólo Walt Disney puede compararse en talento, creatividad y Zeitgeist al genial artista bruselense. Existe un álbum vigésimo cuarto protagonizado por el intrépido reportero del tupé, Tintín y el Arte Alfa, que se publicó tres años después de la muerte de su autor pero que éste no llegó a terminar, de modo que sólo conservamos de esa aventura el plot, los diálogos y un borrador avanzado de sus viñetas. No choca que el tema elegido por Hergé para su último trabajo tenga que ver con el arte moderno, pues en sus últimos años de vida Remi se convirtió en un apasionado coleccionista de pintura contemporánea, sobre todo abstracta, como si fuese consciente —estoy seguro de que lo era— de la formidable aportación de su trazo y de su grafismo a la vanguardia artística de su centuria.

Tintín nació en las páginas de Le Petit Vingtième, suplemento infantil semanal del diario belga Le Vingtième Siècle, el 10 de enero de 1929, o sea, hace cerca de ochenta y tres años, de manera que hoy, en otoño de 2011, la criatura de Hergé es un jovencísimo octogenario que, a lo largo de su andadura por la historia del tebeo, ha trastornado los mecanismos habituales del género, instalándolo en un Olimpo de calidad artística difícilmente superable.

Quien les habla no fue en su niñez devoto de la llamada «línea clara» —prefería con mucho el tebeo nacional de formato apaisado o el comic book norteamericano, y sólo había leído una aventura de Tintín, El tesoro de Rackham el Rojo, por aquel entonces—, pero la luz se hizo para mí hará unos treinta años cuando, por influencia de mi amigo Juan Manuel Bonet, empecé a percatarme de la enorme trascendencia de esa «línea clara» en la diacronía de la historieta y me afilié a su club de fans con el entusiasmo y la entrega que son propios de las vocaciones tardías.

A quien sí había leído con devota admiración cuando los dinosaurios aún poblaban la Tierra es al excelso Alain Saint-Ogan, el maestro de Hergé (junto a Jean-Pierre Pichon, el inventor de la inolvidable Bécassine, de quien he conseguido en librerías franco-belgas algunas estimables rarezas bibliográficas), pues había en casa de mis padres una colección completa de Kikirikí, el suplemento infantil de la revista El Hogar y la Moda (últimos años veinte y primeros treinta del siglo pasado), que incluía las aventuras de Zig y Zag (los Zig et Puce franceses) entre sus páginas. De modo que me hallaba dispuesto a contraer la tintinopatía sin especiales traumas, pues la estética de Saint-Ogan me había preparado ya para asumir la de Hergé con todas sus consecuencias.

En las primeras aventuras de Tintín, como Tintín en el país de los Soviets o Tintín en el Congo (título este último ignominiosamente denunciado hace poco por racismo ante los tribunales), el estilo de Hergé está aún muy próximo al del creador de Zig y Zag, pero muy pronto la genialidad de Remi comienza a desarrollar lo que se ha dado en llamar «línea clara», o sea, una estética dibujística de trazos precisos, ausencia de sombreado y cuidado extremo por los detalles de la decoración, dando gran importancia al diseño de los fondos. Realizadas en blanco y negro y coloreadas —de forma notabilísima— a partir de 1944, las historias de Tintín fueron continua y obsesivamente revisadas y corregidas por Hergé y por su grupo de ayudantes y de discípulos, entre los que figuran algunos nombres tan importantes para la historia del tebeo como el polifacético Edgar Pierre Jacobs (1904-1987), autor de Blake y Mortimer, o el recientemente fallecido (1921-2010) Jacques Martin, creador de Jhen, de Lefranc y del celebérrimo Alix.

Les cuento todas estas cosas porque 2011 es un año muy importante en el proceso de canonización de Tintín como uno de los grandes mitos del siglo XX. Corrobora, sin duda, la globalización del personaje el estreno en todo el planeta de Las aventuras de Tintín: el secreto del Unicornio, la esperadísima película dirigida por Steven Spielberg y producida por él mismo y por Peter Jackson, dos nombres propios de tronío y lujo en la cinematografía  de nuestro tiempo. Rodada en 3D y con la técnica de la motion capture que se utilizó en Avatar, esa película va a universalizar de una vez por todas a un personaje que no había triunfado todavía de forma rotunda y aplastante más que en Europa. Aún estaba vivo Hergé cuando Spielberg habló con él de la posibilidad de rodar un largometraje sobre Tintín, y Hergé llegó a declarar en alguna ocasión que el cineasta estadounidense era el único capaz de llevar a la pantalla con rigor y con garantías de éxito a su criatura más famosa.

Pero no es sólo la película. En el año del Señor de 2011 ha visto la luz (Madrid, Fórcola) un deslumbrante ensayo de Fernando Castillo, titulado Tintín-Hergé, edición modificadísima de otro libro anterior del mismo autor, El siglo de Tintín (Páginas de Espuma). Y en 2011 ha comisariado el propio Castillo una no menos deslumbrante exposición tintiniana, rotulada Tintín, 25 miradas, que ha congregado a veinticinco pintores actuales en torno a cada uno de los veinticuatro álbumes de Tintín con el añadido de Tintín y el lago de los tiburones (aunque este último álbum sea en su origen un filme de dibujos animados dibujado por Michel Regnier, alias Greg, y no por Hergé). Entre los artistas que han colaborado en dicha muestra, que se inauguró en la galería madrileña José Ramón Ortega el 29 de septiembre y se prolongará hasta el 10 de noviembre, no puedo dejar de citar nombres tan admirados y tan próximos como Pelayo Ortega, Ángel Mateo Charris, César Fernández Arias o Dis Berlín.

2 comentarios en “Tintín, un mito del siglo XXI”

    1. Estimado May, el artículo de Luis Alberto de Cuenca apareció publicado en el suplemento ABC Cultural el pasado día 23 de octubre. Aquí hemos reproducido el artículo completo, proporcionado por el propio autor, ya que en la edición en papel apareció cortado. Nosotros hemos ilustrado el artículo con algunas imágenes disponibles en Internet. Muchas gracias por tu interés.

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