Filosofía vulgar, de Andrés Amorós

Karina Sainz Borgo/ ABC, 27 de septiembre de 2023

El colaborador de ABC recoge en Filosofía vulgar un compendio del refranero español desde el Renacimiento hasta hoy

Hay un saber que no se encuentra en los libros ni se enseña en las universidades. Es un conocimiento que va de boca en boca y pertenece al pueblo. A ese acervo dedica el escritor Andrés Amorós su libro Filosofía vulgar (Fórcola), en cuyas páginas recoge la tradición de los refranes desde el Renacimiento hasta hoy. Las máximas, los proverbios o las sentencias existen en todas las culturas. El refranero español, asegura Amorós, merece un aparte. Desde Gonzalo de Berceo, Alfonso X el Sabio, el Arcipreste de Hita hasta el Arcipreste de Talavera o, ya en el Siglo de Oro, Quevedo, Góngora, Lope, Tirso, Gracián y, sobre todos, Cervantes.

Así, el escritor y colaborador de ABC Andrés Amorós aborda en esta Filosofía vulgar una selección de refranes, que comenta y organiza en grandes bloques temáticos: vicios y virtudes, consejos para la vida, o los grandes temas universales como son el amor, el trabajo, la salud, el poder, la felicidad, la muerte y la religión.

—¿Hablar en vulgo o en necio?

—Hablar en necio no es bueno, mejor en vulgo, porque alude al pueblo, y todos somos el pueblo. Por eso me he interesado por los refranes. Siempre me ha interesado la cultura, no solo libresca o académica, sino la popular.

—¿Cómo llegó a los refranes?

—Por dos cosas. Primero por Cervantes: Don Quijote y Sancho usan refranes continuamente y además dicen cosas preciosas, todas ellas verdaderas. Y luego por Erasmo de Róterdam. El gusto por los refranes y por la cultura popular en el Renacimiento lo tiene la gente que sabe de verdad; quiero decir Erasmo, Cervantes…

—Eligió Filosofía vulgar por el humanista sevillano Juan de Mal Lara…

—Así es. Según él, hay dos clases de filosofía. La de los libros, la que la gente estudia, desde Aristóteles hasta otros pensadores. Pero hay otra filosofía, que es la que no está en los libros. Eso son los refranes, y claro, tienen mucho interés, porque reflejan lo que ha pensado el pueblo español e hispánico también.

—¿Tienen vigencia?

—La tienen, otra cosa es que uno pueda estar de acuerdo o no, como todo en esta vida. Se piensa que con la tecnología ya todo es distinto. Pues no, mire usted, el sexo ya estaba en Cervantes. O en esa cita del Arcipreste de Hita, que dice que «el hombre por dos cosas trabaja la primera, por tener mantenencia y la otra cosa era por poderse juntar con hembra placentera».

—Tan sólo en el capítulo dedicado a las mujeres hay material para varias impugnaciones.

—Hay 20.000 cosas que son muy incorrectas. «Más tiran dos tetas que dos carretas». ¿Es eso es mentira, acaso? No, en absoluto. Hay ejemplos de todo tipo, incluida la política a ver si me acuerdo, dice uno: «Por agarrar una silla, el político promete villas y Castilla».

—La relación del refrán con la verdad es demoledora, ¿no cree?

—Eso lo ha hecho el pueblo, y claro, el pueblo no se hace ilusiones. Es el mismo en España, Inglaterra, Italia o Venezuela Lo pasa mal, y pasa hambre, y sufre con los malos políticos, y se enfada con los curas cuando les tratan mal. Su forma de expresarse es esa. Haciendo el índice de nombres citados, aparecen seguiditos Shakespeare y Shakira. Lo que importa es lo que la gente se sabe de memoria, lo que repite, lo que influye en la vida

—Cita a Lilith Vestrynge…

—¡Ah sí! Ella dice que la cultura del esfuerzo genera, ¿cómo era?, fatiga estructural. ¿Cómo que fatiga estructural?, pero ¿qué me estás contando? ¿Qué tonterías dice? Mira, Cervantes dice, absolutamente, cada uno es hijo de sus obras, claro, y eso es la filosofía española, popular y católica en el mejor sentido de la palabra; es decir, que nadie es más, le dice Cervantes a Sancho, si no recuerdo mal, nadie es más que nadie, porque eres hijo de tus obras.

—¿El refrán ha sido expulsado de las formas literarias contemporáneas?

—Quizá llega menos a la gente. Muchos no se recuerdan. Y lo lamento mucho. A mí no me gusta nada una cultura que no tiene en cuenta a los clásicos. Si queremos saber cómo es el ser humano, el hombre y la mujer, seguimos leyendo a Shakespeare y a Cervantes. Si la gente está atenta sólo a la última novedad, la última serie o la última tecnología, se olvida de la tradición. No me refiero sólo a la literatura, estoy hablando de todo, de absolutamente todo. Las humanidades, aparentemente, no sirven para nada. Pues claro que sí: sirven para conocerte mejor, para entender mejor el mundo y para vivir mejor.

—¿Es la cultura un juguete para los políticos?

—Sí. Eso es un error absoluto. Viene de la ignorancia Cada uno debe defenderla desde su pequeño reducto. La cultura no es una cosa académica, aburrida, de ninguna manera. Está en todo: en los libros, la música, la cultura popular…

—¿Hay algún refrán que interprete a la España contemporánea?

—Hay muchos. Por ejemplo, cuando veo a un político, que es evidente a quién me refiero, pienso: «Antes se coge aun mentiroso que a un cojo». Si es que la vieja sabiduría de siempre sigue siendo válida

—La izquierda perdió el sentido del humor, ¿y la derecha la imaginación?

—No soy muy optimista en ese tema. Creo que la derecha española, hablando con todo respeto, pero un poquito en serio, ha tenido una relación insuficiente con la cultura, por decirlo así, suavemente. Pero la llamada izquierda española se ha puesto en manos de los independentistas. Soy profesor, creo en la educación, en el esfuerzo, en el trabajo, eso de que no hay que forzarse, que da lo mismo todo, pues no.

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