Íñigo Linaje / República de las Letras, 24 de octubre de 2024
La editorial Fórcola reúne las notas del escritor y traductor Ángel Crespo tras sus viajes venecianos. Una edición de textos inéditos hasta ahora a cargo de Ignacio García Crespo y Jordi Doce que muestra cómo aquella ciudad exótica para muchos tuvo algo de hogar del espíritu para él.
Evocar el nombre de Ángel Crespo (1926-1995) lleva a muchos lectores a recordar su trabajo como traductor. Y es que una de las facetas en las que destacó el escritor manchego es la que le llevó a trasladar a nuestra lengua algunas obras maestras de la literatura universal, como la Divina comedia de Dante, el Cancionero de Petrarca y, especialmente, ese texto sublime cuya edición en castellano en 1988 constituyó todo un acontecimiento: el Libro del desasosiego, de Fernando Pessoa.
Ángel Crespo fue galardonado en dos ocasiones con el Premio Nacional de Traducción gracias a esos trabajos que acercaron al lector hispano obras capitales de las letras portuguesas e italianas, pero sus intereses creativos no se quedaron ahí, ya que a lo largo de su vida escribió varios ensayos y fundó revistas literarias como Poesía de España y Revista de cultura brasileña.
Poeta vinculado en sus inicios al postismo, publicó además una veintena de poemarios, entre los que destacan Claro: oscuro (1978), Donde no corre el aire (1981) y ese espléndido canto de cisne que apareció póstumamente titulado Iniciación a la sombra (1996).
Casi desconocida hasta ahora, sin embargo, era la condición de diarista del poeta. En 1999, cuatro años después de su muerte, Seix-Barral editó en un tomo (Los trabajos del espíritu) las anotaciones que hizo entre 1971-72 y 1978-79. Pero entre 1980 y 1983, Crespo llevó un diario de sus estancias en Venecia que permanecía inédito.
Ese periodo de su escritura es el que acaba de rescatar ahora la editorial Fórcola —en su elegante colección Periplos— bajo el título Diarios venecianos. El libro, una edición de Ignacio García Crespo y Jordi Doce con epílogo de su viuda Pilar Gómez Bedate, da cuenta de los cinco viajes que el autor hizo con esta a la capital italiana, el más largo en 1982, cuando Crespo fue invitado por la Università Ca´Foscari como “profesor visitante” y donde impartió un curso sobre modernismo.
Diario veneciano, como los buenos dietarios, está escrito con una prosa sencilla.
El interés del poeta por la cultura italiana venía de lejos, ya que en 1963 realizó algunos viajes por el país que dieron, como resultado, la escritura de un poemario: Docena florentina. Concebido, en un principio, como cuaderno de apuntes para unas memorias futuras que nunca llegó a escribir, el Diario veneciano es en primer lugar un libro de viajes, pero sobre todo es un texto donde el autor registra sus labores literarias y académicas, sus lecturas y proyectos de escritura, además de un cuaderno de bitácora donde da cuenta de la abundantísima correspondencia que escribe y recibe desde España.
Y, por supuesto, el plano urbano en el que dibuja, de manera impresionista, la gran riqueza arquitectónica de la ciudad y su inmenso legado pictórico.
Estas notas venecianas permanecían inéditas.
El primer viaje consignado en el diario —en 1981— es en realidad un periplo por varias ciudades italianas, en el que Crespo disfruta junto a su mujer de la gastronomía del país, se encuentra con amigos y peregrina por librerías, iglesias y museos de Roma, Pisa y Florencia.
La parte más sustanciosa y extensa del libro corresponde a 1982, con dos estancias largas en la ciudad: la primera, de enero a julio y, la segunda, más breve, en el mes de octubre de ese año. El escritor divide su tiempo en lecturas, en sus obligaciones como docente y en la corrección de pruebas de sus libros, al tiempo que lee la prensa española, se relaciona con otros escritores y profesores y despacha su ingente correspondencia. Y, por supuesto, oficia de flâneur urbano por las calles de una ciudad que no deja de seducirle.
El diario es libro de viajes pero también registro de su vida académica.
Diario veneciano, como los buenos dietarios, es un libro escrito con una prosa sencilla y transparente que responde más a la urgencia por registrar lo cotidiano que a la floritura verbal y al lucimiento retórico. El lector descubrirá en él la mirada de un poeta atento al devenir literario del momento y las impresiones de un viajero consumado. El libro contiene, como apéndice, veinte poemas escritos durante ese periodo, donde Crespo exalta la belleza de Venecia, como en este apunte fechado el 21 de julio de 1981: “No hay ciudad en la que me gustaría vivir tanto como esta. Siento a Venecia, y a su paz, no como algo exótico, sino como algo mío, íntimo. Me había conquistado hace años; ahora, se me está metiendo dentro… se me va entrando cada vez más en la sangre, como un cuadro genial más: como un poema, una sinfonía”.