Mauricio Bach / Letra Global, 25 de octubre de 2024
Un recorrido, a partir de Domus Aurea (Fórcola), un ensayo de Amelia Pérez del Villar, por diez casas y edificios (reales o ficticios) que se han convertido en escenarios míticos de grandes películas
Georges Perec escribió un libro que era una casa. La vida instrucciones de uso, una novela contenedor de muchas novelas, tiene la estructura de un edificio cuyos moradores protagonizan la sucesión de historias. Dejándonos arrastrar por el orgullo patrio, podríamos reivindicar que la idea ya la había tenido antes Francisco Ibáñez con 13, rue del Percebe. Hace unos meses Errata Naturae ha publicado 209 Rue Saint-Maur, París de Ruth Zylberman, cuyo subtítulo es: Autobiografía de un edificio. Y eso es lo que cuenta: desde su construcción en 1850 hasta las vidas de quienes lo habitaron.

Abundan en los libros las casas que son algo más que un mero escenario, pensemos sin ir más lejos en la literatura neogótica inglesa en la que la arquitectura es un elemento esencial del terror. También en las películas hay casas que configuran las historias que se narran. A este asunto ha dedicado Amelia Pérez del Villar el muy interesante ensayo Domus Aurea. Las casas de la vida, la literatura y el cine (Fórcola), repleto de información y sugestivas reflexiones. Partiendo de esta obra, les propongo un recorrido por diez casas icónicas de la pantalla.
Manderley
“Anoche soñé que volvía a Manderley”. Es uno de los arranques novelísticos más célebres y poderosos de la historia de la literatura. Rebeca de Daphne du Maurier fue llevada al cine por Alfred Hitchcock que lleva a cabo un deslumbrante ejercicio visual con el espacio para transmitir al espectador la opresiva presencia de la mansión para la recién llegada segunda esposa de De Winter. Recordemos que la Rebeca del título no es la protagonista, sino la primera esposa muerta, el fantasma omnipresente. Manderley conecta con la tradición literaria neogótica y tardorromántica – la que va de Walpole a las Bronte- de mansiones británicas llenas de secretos, acaso pecados, y habitaciones prohibidas que representan el tabú. Es un lugar real, pero también fastasmático. A un tiempo realidad y mito. Como Tara en Lo que el viento se llevó, imagen de un esplendor perdido, de los ensueños de un pasado que acaso nunca existió como tal.