Mercedes Monmany / ABC Cultural, 3 de noviembre
Arthur Koestler es uno de los muchos escritores emblemáticos de todo un siglo tan convulso como prodigioso, el siglo XX, que habitan un libro extraordinario que ahora ha aparecido. Una obra fascinante, El esteta armado. Escritores guerreros en Europa en los años treinta, profuso en datos, nombres, movimientos incesantes, obras famosas u otras corrientes, grupos y cultos semimísticos políticos y estéticos menos difundidos aunque no menos significativos, ahora reunidos en este deslumbrante ensayo del escritor y diplomático italiano Maurizio Serra (Londres, 1955).
Miembro de la Academia francesa, Serra es autor de espléndidas biografías: desde Malaparte (Premio Goncourt de Biografía. Tusquets), La antivida de Italo Svevo (Fórcola) y D’Annunzio, hasta Marinetti. Retrato de un revolucionario (Fórcola). Aunque también excelentes ensayos dedicados a grandes figuras de la cultura francesa (Hermanos separados: Drieu La Rochelle, Aragón y Malraux ante la historia).
Hoy, Maurizio Serra es sin duda uno de los mejores expertos y estudiosos contemporáneos de la cultura europea. Su trabajo que ahora aparece es admirable: Paseo denso y atractivo, extraordinariamente documentado, durante unos años de entreguerras, los treinta, hoy tan citados por las diversas catástrofes que anunciaron relacionadas con el totalitarismo. Unos años en los que algunas sociedades y “una Europa herida de muerte por los cañonazos de 1914 y los espejismos de los tratados de paz, se ilusionaban con recuperar un papel central en el mundo cuyas reglas habían subvertido” y en los que “una nueva “ola” de intolerancia y resentimiento estaba a punto de inundar el continente”.
Sin avisar muchas veces, la barbarie ya había comenzado. Escritores de todos los campos, de la derecha furiosa o de la izquierda que alzaron su más alto nivel de fanatismo, compañeros de viaje hipnotizados por la teatralidad rimbombante de los Congresos de Intelectuales, son analizados por Serra de una manera fascinante y profunda, con una enorme sutileza. lucidez. y clarividente. «La Europa inteligente –dirá este autor– que en 1914 no supo impedir el fratricidio, ahora corría hacia el parricidio. La muerte de cada padre imaginable.
El desfile de ‘intérpretes del mito’ del Poeta-Condottiero –como lo nombra Serra– de “elevar al pueblo a las alturas del lirismo”, de abordar una obra total, de la aspiración a lo Absoluto, de inmiscuirse y afrontar lo desafíos de su tiempo y registrar las convulsiones, abarca brillantemente, con asociaciones incesantes y conexiones muy exactas, países, obras, escuelas, creadores y políticos de los más diversos: desde Auden e Isherwood, Gottfried Benn y Stefan George, Percy W. Lewis y Marinetti, Lawrence de Arabia y Jünger, Victor Serge y Paul Nizan, Brasillach y Drieu La Rochelle, a Lorca y los jóvenes Mann, Erika y Klaus. Su obra es hoy un referente absoluto, imprescindible para todo lo que viene después.
Por su parte, el que a menudo fue descrito como “el hombre que encarnó un siglo”, el húngaro en alemán y luego en inglés, Arthur Koestler (Budapest 1905-Londres 1983) sería autor, sobre todo, de una obra, Cero e Infinito, de 1940, que marcaría un antes y un después en la conciencia mundial. Uno de los libros más grandes e impactantes de “literatura política” del siglo XX, en el que denunciaba La atrocidad de las purgas estalinistas. y los juicios de Moscú de finales de la década de 1930, que significaron su ruptura “formal” con el Partido Comunista que se había producido en 1938.
Dominado por una ‘indignación crónica’ que devoraba sus entrañas, como él mismo dijo, en sus magníficas Memorias (II volúmenes, Lumen), Koestler escribiría: “Fui al comunismo como quien va a una fuente de agua dulce y lo abandonó como si alguien se alejara de un río envenenado, sembrado de ruinas de ciudades muertas y cadáveres de personas ahogadas. ‘Desarraigado cosmopolita’ como también se definía, exiliado perpetuo, en 1939 sería arrestado en Francia e internado como ‘extranjero indeseable’ en campos como el de Vernet, en l’Ariège, junto a un gran número de anti-alemanes y austriacos. -Fugitivos nazis, de judíos como él y republicanos españoles, algo que recogería en un libro espléndido y fundamental, ahora felizmente traducido por primera vez (de una primera edición en los años 1940): Escoria de la tierra, de 1941, la primero que escribiría en inglés.
Una lectura más necesaria que nunca en nuestros días, aparecida en una nueva y excelente editorial, Ladera Norte, en la que aparece el magnífico escritor que siempre fue Koestler, novelista, ensayista e inquieto reportero, en su frenético viaje por la época que le tocó vivir, dejaría el testimonio invaluable de los numerosos perseguidos y refugiados de toda una Europa en llamas, la del inicio de la Segunda Guerra Mundial, en 1939. Algunos perseguidos que, en países inmediatamente ocupados y colaboracionistas como la Francia de Vichy, fueron internados en campos y tratados así: como “la escoria de la tierra”. Hombres y mujeres que en aquella época representaban libertad y derechos humanos contra los verdugos que los cazaban. Una obra en la que Koestler volvería a incluir sus denuncias más firmes y desencantadas: “El destino de los partidos comunistas de Europa, con todos sus alardes y bravuconadas revolucionarias, había sido servir de parteras involuntarias de los regímenes fascistas”.