El «síndrome de Stendhal» está desde entonces asociado a una ciudad que finalmente pude contemplar, a la caída del Sol, en toda su belleza, desde las vistas privilegiadas del mirador de Michelangelo, mientras abordaba la lectura del libro de Enrique Vila-Matas. En París no se acaba nunca, un juego de fina ironía donde el autor seduce con su juego autobiográfico, entre la ficción y el ensayo fragmentado, a la manera de Robert Walser, Sebald o Magris, leo con premeditación: «Sólo quería ser un escritor maldito, el más elegante de los desesperados». Vila-Matas menciona entonces a Hölderlin, Nietzsche, Mallarmé y al que denomina «panteón negro de la literatura»: Lautréamont, Sade, Jarry, Artaud, Roussel y, claro, Rimbaud, escritor maldito donde los haya, del que Fórcola acaba de publicar una nueva versión, a cargo de Mauro Armiño, de Un corazón bajo una sotana.